jueves, junio 26, 2025

Las puertas del cielo

He estado cerca de la muerte en dos ocasiones.


La primera fue una caída rampante de mi vehículo por una pendiente curva de la carretera en la sierra de Chiapas. Sobreviví milagrosamente. Unos raspones, golpes contusos y dos huesos fracturados que, luego de cuidados intensivos y reposo, recuperaron su movilidad. ¿Qué sentí? Sentí nostalgia por la vida. Esa sensación de que hay que abandonar el juego cuando estaba en su momento mejor. Yo tenía unos 25 años.


La segunda vez fue diez años después, en una visita que hice a Huehuetenango. Nos pusimos de acuerdo por Messenger y a mi llegada ya tenían preparadas las casas de campaña y el plan de ruta para descubrir las bellezas paisajísticas de la región. A la exploración se unieron dos mujeres jóvenes con interés en la fotografía de naturaleza, a quienes invité de última hora. El recorrido se realizó previo acuerdo monetario con un chofer que hizo el viaje en un vehículo compacto.


Ese mismo día estuvimos en el mirador de “Los Cuchumatanes”, un lugar altísimo desde donde a la izquierda se pueden ver las sinuosas veredas hacia otras poblaciones, y a la derecha el bello horizonte donde se forma sobre la ciudad de Huehuetenango una alfombra de nubes que, al paso de los últimos rayos solares y la neblina estacionada o pasajera, lo convierten en un espectáculo majestuoso. La estancia fue fantástica; pudimos apreciar el amanecer en un lago con encumbrados riscos, y arroyos gélidos que se interconectan con otros y derivan en cascadas, siguiendo su curso hacia afluentes mayores, ofreciendo un panorama estremecedor, similar al que se ve en las películas de fantasía épica.


Al día siguiente conocimos otros senderos, uno de ellos fue “Las puertas del cielo”, rocas con formas monstruosas en lo más alto de montañas con caídas al vacío impactantes. Al regresar, me mandaron al asiento del copiloto y los demás, exhaustos, se desparramaron en los asientos traseros. El camino implicaba que el conductor, además de hacer los cambios de velocidad, supiera descender usando la técnica de “frenado de motor”, algo que el conductor ignoraba por completo.


El punto más alto de la Sierra de los Cuchumatanes está a tres mil y pico de metros sobre el nivel del mar, y el conductor iba frenando una cincuentena de veces, sin prever lo que pasaría. Vi cómo pisaba el pedal del freno y el vehículo seguía avanzando mientras giraba el volante para evitar chocar con un autobús que iba delante de nosotros, el cual venía en sentido ascendente. Zigzagueó y pasó entre ambos vehículos en un instante en el que pensé que podríamos morir todos. Me miró con ojos de pánico y le dije: "Encomiéndate a todos tus santos, porque tal vez no salgamos vivos ".


Le indiqué que intentara reducir la velocidad a segunda; si lograba hacerlo, podría disminuir la velocidad. Él respondió: "Voy a intentar reducirla a primera", lo cual hizo. Con el movimiento, mis acompañantes despertaron.


¿Sufrí? Sí. ¿Quién me manda a andar tan lejos de mi familia y casa, y aún en días festivos, días de guardar? El auto se detuvo, descendimos todos. Yo, como buen mexicano, saqué la botella de tequila y me bebí dos tragos para calmar el susto.


¿Qué me quedó de aprendizaje? Que la muerte primero nos asusta y, yo lo quiero disimular, aunque al final nos gane. Mientras tanto, como dice la letra de la canción de Joaquinito …”Si nos llega el fin que nos pille bailando” ¡Salud! 




martes, junio 24, 2025

¿Se vale soñar?

 ¿Se vale soñar?


La vida es un sueño y no queremos despertar. Toda esta vida es un sueño. ¡Qué buena onda! ¿no?... O sea, un viaje, un alucín, un momento momentáneo. 


¿Lo mejor de estar vivo será estar soñando?... Se vale soñar. Pero soñamos con los ojos abiertos. Eso es vivir. 


Soñar es vital para todos, proporciona descanso y regenera la mente y el cuerpo, permitiéndonos funcionar de forma óptima al día siguiente. Pero eso es la cuestión científica. En la metafísica, son las ilusiones, propósitos y fantasías que se generan a corto, mediano o largo plazo. 


Dicen que cuando olvidamos y renunciamos a nuestros sueños, cuando nos resignamos a no alcanzarlos, es cuando se inicia el descenso hacia el final.  


Las cosas que nos hacen consumir son los deseos, los sueños. Soñamos con la energía, la juventud, la belleza, la esbeltez, la lozanía, en fin, con la eterna juventud. "El retrato de Dorian Gray" representa la aspiración humana de preservar la juventud a través de un recurso ilusorio que desafía el paso del tiempo. Sin embargo, al tratarse de una transgresión contra el orden natural de la existencia, dicho artificio se desmorona inevitablemente, confrontando al protagonista con el precio ineludible de su hedonismo sin medida. Aun así, en su fugaz tránsito por el placer, encontró un destello de gozo que, aunque efímero, pareció justificar la condena. 


Todos, o casi todos, renunciaríamos al status quo estable, solo por uno de aquellos años de juventud. Aquellos instantes en los que nos sentíamos invencibles, inabarcables, indescriptibles, con una adrenalina y una energía para explorar, conocer, descubrir, otros mundos, distintas maneras de habitar la realidad. 


Hoy se señala de ridículos a aquellos que se tiñen el cabello o se lo implantan, que se reconstruyen los pómulos, los que a través de cirugías intentan mantener la figura de los años mozos, a quienes se les dice "Ya señora, siéntese", a quienes se les apunta con el dedo, diciendo que sus tiempos ya pasaron. 


Hace unos años, durante una visita a la Ciudad de México, estuve en el parque de la Ciudadela y los fines de semana vi a tres o cuatro grupos de bailarines, quienes, a lo largo de tres o cuatro horas, bailaban música de los setenta, ochenta y noventa. Tenían una sonrisa de oreja a oreja y parecían actores de película, con la vestimenta de la época y la coreografía original de los bailes famosos. Un aguafiestas pronunció: "Qué pena me dan los que no aceptan el paso del tiempo". 


A mí me agradan los chavorrucos, ¿Qué hay de malo en aferrarse a sus momentos de gloria? Mientras no provoquen daños a terceros. 


Le invito a escuchar un temazaso del Gurú del Rock en México don Alex lora, búsquela en su Spotify, le comparto un fragmento de la letra: “Tú eres como un sueño/Y yo tan solo soy un pobre soñador/Tú eres como un sueño/Y de ese sueño nunca quiero despertar/Por eso/Nunca los ojos quisiera volver a abrir/Soñando/Así es como quiero vivir”


lunes, junio 23, 2025

El Nica

 Me encontré con un hombre de cincuenta y tantos en el taller mecánico. Él esperaba conversar con el propietario, y yo había llegado para solucionar un problema menor en mi auto. Lo vi con unos tubos de metal como material de herrería, así que le pregunté por su oficio. Él me dijo que tenía habilidad para la hechura de puertas, pero también dominaba la albañilería, la plomería, el armado y la colocación de plafones y techos de policarbonato, entre otros saberes.


 Inspirado, me dijo: "Hoy en día, hay gente que dice ser experta en una sola cosa y no saben hacer más. Se preparan para un solo oficio, y mientras trabajan en lo suyo, llega un momento en que le dicen a su cliente: 'Hasta aquí llego, si desea seguir, hable con otro', porque no están capacitados en otras artes". Tomó aire y continuó: "Así es como aprendí, allá en mi tierra en Nicaragua, así éramos, trabajadores y competentes en todo. Hoy en día, se conforman con dominar una sola habilidad y no saben de lo demás". 


"El otro día, el presidente —porque él y yo así nos tratamos, nos conocemos desde que llegué por primera vez aquí y comenzó a darme trabajo, ya tiene de eso como doce años—, el presidente me contó que iba a una comunidad con una comitiva de 4 o 6 obreros, uno para cada tarea, y les faltaba alguien. El obrero que sabía de plomería no podía avanzar, y ahí se complicaron las cosas para los otros cuatro. Le dije: 'Llévame solo a mí la próxima vez'. Así que otro día, fui con el contratista y trabajé bien en su proyecto. Allí abajo, tenían que pavimentar y esquinar las banquetas, y estaban teniendo problemas con el peso o la dirección de los drenajes pluviales. Llegué yo y les mostré cómo debían hacerlo". "Ya tengo mis años, pero aún estoy activo, porque siempre puede surgir alguien mejor que yo. Nunca falta un joven que quiera competir, pero las cosas están así... No creo que salga alguien mejor. Los trabajadores competentes ya no están surgiendo. Por una razón, quieren ganar fácil y mucho, pero no, se lo tienen que ganar con esfuerzo. Ya no quieren aprender, solo quieren depender de la inteligencia artificial, como si solucionar problemas en la vida requiriera eso".


 "Me casé porque en Nicaragua tenía a mi mujer y a mi hija, pero los dejé al venir aquí y nunca regresé. Al principio me junté con una Catracha, pero nuestras formas de vida eran demasiado distintas. Ella quería levantarse tarde y hacer poco, así que decidimos separarnos. Después, me uní a una mexicana, pero ahora no está conmigo. Le construí una cabaña allá, sabes, en ese lugar donde aquel camión se salió de la curva y se llevó a un montón de pasajeros. Ahí, en ese lugar, le construí una casa con puertas abatibles sin usar ni un punto de soldadura. En otros lugares, habrían soldado a más no poder, pero yo prefiero una unión sin soldadura, solo ensambles, y así lo hice. Pero ella está ahora en Tijuana". 


"Actualmente, vivo aquí en el boulevard. ¿Conoces la llantera de la esquina con una escalera de metal afuera? Esa es mi casa, me encontrarás ahí. Soy Enrique, pero todos me dicen 'El Nica'. Sé que aquí hubo otro 'Nica' famoso por ser trabajador, y eso me agrada porque así somos los nicaragüenses, fuertes y orgullosos, capaces de hacer de todo y hacerlo bien para que nos recuerden. Si necesitas algo, aquí me tendrás, o también puedes preguntar por el güero, él puede ser nuestro punto de contacto. Que te vaya bien". 


Nos despedimos, y le dije a mi hijo de catorce años que me acompañaba: "Así era la gente antes, ya no quedan muchos como ellos. Las nuevas generaciones se especializan en una sola cosa, y si fallan en eso, no saben qué hacer. Uno siempre debería seguir aprendiendo para estar preparado en cualquier situación inesperada".


Hay de todo, migrantes que vienen a enseñarnos y otros que vienen a aprender.


La Vegetariana

 Yeong-hye es la protagonista del libro “La Vegetariana” de la Premio Nobel de Literatura Han Kang. Es una destacada profesional en el ámbito universitario, tiene un esposo y una familia ordinaria, pero de repente decide volverse vegetariana. Esto altera su círculo afectivo y el choque resulta en confusión y violencia.


Yeong-hye pide, a través de su papel en la novela, respeto a la diferencia y la ruptura con lo que se espera de su género. Es una denuncia y un llamado a la sensibilidad de aquellos que se ven confrontados por la diferencia.


Existe un dicho popular que se utiliza con frecuencia en discusiones: “La mayoría gana”. Se dice cuando se comunica una decisión que no es unánime, pero a la que todos deben acatar, de lo contrario sufrirán algún tipo de presión para integrarse. Sin embargo, integrarse implica renunciar a la esencia de la vida. Nos resulta difícil ver las cosas desde la perspectiva del otro y nos enojamos con la diferencia.


El libro trata sobre la búsqueda de una persona por experimentar, según su criterio, un estilo de vida distinto. Según la norma, “todos deberían tener derecho a decidir sobre su cuerpo siempre y cuando no lastimen a terceros”.


Aunque existen varios personajes en la historia, los principales son ella, su hermana y su cuñado. A lo largo del relato, desde nuestra comodidad, presenciamos el debate, el abismo, el dilema. Es inevitable que, según nuestra percepción, tomemos partido, pero el bando elegido suele ser el de la mayoría, aunque no necesariamente el correcto.


La lectura de “La Vegetariana” nos invita a reflexionar sobre nuestros roles. ¿Hasta qué punto los elegimos y hasta qué punto los soportamos? ¿Cómo podemos mantenernos al margen cuando algo que observamos nos parece fuera de contexto?


“Ya no soy un animal, hermana”, dijo, observando primero la sala vacía como si estuviera a punto de revelar un secreto trascendental. “No necesito comer, ahora no. Puedo vivir sin ello. Solo necesito la luz del sol”. CITA DEL LIBRO: “LA VEGETARIANA” DE Han Kang.


La paz y el respeto a la diferencia es una frase que suena bien y que entonamos a coro cuando se trata de promover la justicia, pero su esencia no emerge cuando nos enfrentamos a circunstancias desconocidas. Lo extraño y asombroso nos horroriza y nos impulsa a querer corregirlo.


Al terminar el libro, pensé que era un abrazo a la humanidad, una voz que habla por aquellos que no son aceptados y que señala temas que pasan desapercibidos al estar en la mayoría.


La ilustración de la portada del libro nos adelanta lo que encontraremos en su interior.


Traductor: Sunme Yoon.

Número de páginas: 240.

Tiempo de lectura: 5h 40m.


#EsdrasCamacho



viernes, junio 13, 2025

El Óscar de Cuarón o Iñárritu también es tuyo

 El Óscar de Cuarón o Iñárritu también es tuyo, el Nobel de Marie Curie, también tuyo, también nuestro. Cuando uno de nuestra especie se supera, aquel que rompió las ataduras de la esclavitud, la ignorancia o la pobreza, que es lo mismo, deberíamos estar dichosos.

¿Quién alimenta tu talento? Excelente pregunta. ¿Por qué de pronto surge un bailarín en la familia, un cantante, un pintor? ¿Será un don divino? Todos están, estamos todos. Somos la gran sustancia amalgamada, la misma genialidad de Picasso, Dalí, John Lennon, Mussolini, esa misteriosa esencia conectada a lo largo de todas las épocas. Si menciono a mi tío Carlos Gardel o a mi Compadre Juan Rulfo, en algún punto hay algo cierto que nos conecta, aunque la ciencia afirme rotundamente que no compartimos códigos de parentesco comunes. Lo que ocurre es que ignoramos. Por eso hay que prepararse, dilucidar y desentrañar el misterio, eso que Albert Einstein expresaba: “El misterio es la experiencia más hermosa y fuente de todo conocimiento”. Si reflexionamos sobre qué nos conecta, cuál es el nexo entre nuestros vecinos, es probable que encontremos pocos elementos al principio, pero si luego ampliamos nuestro rango a todos nuestros conocidos, ¿qué nos hermana? ¿De qué hablo? De la experiencia humana. Un grillo suena de la misma manera en tu casa que en la mía, ¿también sientes ese zumbido en los oídos y no sabes de dónde viene ese sonido? Un perro ladra y ataca según las circunstancias, los zancudos molestan por igual sin importar la raza, credo, color o posición social. El aburrimiento, una situación de peligro, un momento sorpresivo, un recuerdo memorable son el combustible del artista. Con ellos, de forma inconsciente, hacemos uso de esos recursos en nuestra cotidianidad, en nuestro día a día. El compositor Francisco Gabilondo Soler, conocido también como el grillito cantor, era un lector voraz de fábulas y cuentos infantiles, pero también un gran observador de su entorno, de su cotidianeidad. Todo nos inspira de forma visible e inmanente, está manando y fluyendo, arriba y abajo, a un lado y al otro, la belleza, lo fascinante. Podemos descubrirlo o no. Alguien mencionaba en un tono metafísico que los escritores, cuentistas, poetas, compositores somos como antenas que captamos la señal de donde provenga y la transcribimos en letras en cuanto tengamos la señal clara. A veces no expresamos nada porque no estamos captando la señal. Si no captamos la señal de inmediato, no hay motivo para entristecerse. El truco es orientar bien nuestras antenas.

lunes, junio 09, 2025

¿Cómo sabemos que es arte lo que tenemos enfrente?

 ¿Cómo sabemos que es arte lo que tenemos enfrente?


Si te es indiferente, no lo es. 

Pero puede deberse a dos cosas, que no lo sea, o bien, que tu sensibilidad al arte sea limitada o nula. 

Cualquier manifestación humana que provoque alguna emoción positiva o negativa, lo que te trastorna, te inquieta, te cuestiona, lo que te confronta o enternece, es por mucho una obra de arte. 

Encontramos millones de sonidos, imágenes, sabores, texturas, aromas y experimentamos agrado, interés, asombro, fijación, contemplación, deseo, o, no. No pasa nada si no lo experimentamos, pero difícilmente no experimentamos nada, estamos hechos para sentir. Entonces el arte es sentir algo. 

 Los recuerdos que tenemos pueden ser arte también. La evocación del instante alegre o triste es arte también. Aunque es solo sea interno, no obstante, quizá te inspire a tomar otra actitud o asumir una postura con respecto a distinto tema. Decimos que no sabemos de donde llega la inspiración, porque no tenemos la lupa, la memoria no es un radar que nos encuentre el punto en donde surgió y conectó la imaginación para manifestarse en otras expresiones estéticas. 

"Esta tarde vi llover" ha sido una canción muy popular y ha sido versionada por una amplia gama de artistas, tanto en español como en inglés. Su autor Armando Manzanero, relata en una entrevista al canal 2 de televisión en México, que le nació la idea una tarde que sale de uno de sus empleos (Tenía 3), era quincena y tenía entre uno y otro un intervalo de tres horas o más, así que se le ocurrió aprovechar el momento para compartir un antojo, llamó a su casa y le dijeron que su esposa y sus hijos no estaban, marcó a su mejor amigo y le avisaron que no estaba, marcó a casa de sus papás y su mamá le dice que si va a llegar que lleve comida porque no hay nada en casa. 

Armando Manzanero va solo a un restaurante, pide su almuerzo, se sienta y sorpresivamente comienza a llover, todo como en una película. Él añade cuanta gente hay así, tiene con que, pero no tiene con quien. 

Cuando falleció el compositor yucateco, la Sociedad de Autores y Compositores hizo un llamado para que se homenajeara el artista. La iniciativa consistía en abrir una ventana de tu domicilio e interpretar este tema, lo cual fue realizado y videograbado por varios internautas. 

Son inspiradores, la soledad, el engaño, el dolor emocional, la belleza natural, la tristeza. Podemos tener un caudal de información para extrapolarlo, ponga atención a sus recuerdos, evóquelos, inspírese y póngase a construir arte. 


domingo, mayo 18, 2025

No sé tocar ni un instrumento

 No sé tocar ni un instrumento

Pero cuando tengo tus sombras entre mis dedos

Aparece la música.

Vamos a escucharnos

A burbujearnos

A fosforecernos.

Te silabeo

me solfeas

nos tarareamos.

me blueseas, te jazzeo

Janis joplin y B.B King reverencian nuestro Flow.

—¿No que no cantabas?

—¿No que no bailabas?

Grillos cantantes

En frenesí

Tu y yo.

No sé tocar ni un instrumento

Pero no importa

Mientras estés

Ejecutando tus gozosas partituras

en mí.

miércoles, mayo 07, 2025

Estudiantes memorables


¿Cómo aprende el estudiante? Mediante sus emociones, cuando interactúa con aquellos que están en su salón o con sus profesores.  


Un profesor no debe olvidar que alguna vez fue alumno. ¿Qué tipo de alumno fue?... ¿Qué tipo de enseñanza esperaba?, ¿Cómo logró sobrevivir a esa época?. El profesor deberá empatizar con las personalidades de sus estudiantes, no todos están en posibilidad de aprender al mismo ritmo, ni con el mismo interés.  


A lo largo de mi trayectoria como docente en distintos niveles educativos me ha tocado ver y conocer distintos tipos de personalidades en los estudiantes. He comprendido que el profesor juzga con severidad a muchos que llegan al aula buscando un refugio, un descanso, un escape. 


No todos los que están en el salón saben lo que están haciendo, muchos asisten sin expectativas y sin enfoque, sin vocación. Son alumnos, en contra de sus aficiones e intereses. Los planes de estudio hasta hace no muy poco han sido anacrónicos, hechos para avanzar en cámara lenta, ofreciendo información que promete ser importante, pero que en corto, mediano o largo plazo no encuentra aplicación en la vida real.


El docente siente la vibra del alumnado, intuye y adivina las ganas que tiene el estudiante de estar donde está, las ganas de dar lo mejor para ser excelente, o solo cumplir entregando lo mínimo para acreditar con suficiencia. 


A veces veo años después a aquellos que un día estuvieron en clases y recuerdo alguna característica especial de cada uno, no siempre es posible tener en mente a todos. Solo a aquellos con una personalidad fuerte, débil, notorios por su entusiasmo o por su apatía. 


Hace tiempo tuve como estudiante de bachillerato a una alumna que mostraba un desagrado al verme llegar, una actitud imposible de disimular, apatía. Llegaba yo al aula, sin darle importancia a ese hecho, pero ella hacía lo posible porque yo me diera cuenta. Entregaba un porcentaje inferior a lo solicitado cada parcial y cada vez se iba a presentar examen de recuperación. 


Se presentaba a la evaluación para mejorar su promedio o recuperarse de sus malas notas, y tampoco daba el esfuerzo requerido. Yo solo ponía en práctica la paciencia y la neutralidad, no me lo tomaba personal, porque pensaba que ella no terminaría sus estudios. Dije, no creo que siga estudiando, esa actitud no la llevará lejos. 


Un día acudo a una clínica en mi ciudad, voy con preocupación porque mi padre presenta síntomas de gravedad, sin conocer bien a bien, su impredecible decaimiento y deshidratación. Nos formamos en la sala de espera, a pesar de que el cuadro a todas luces era urgente, pero no siempre lo urgente se atiende con urgencia, y en un breve lapso de tiempo, el consultorio se abre y me atiende la doctora, que de inmediato recordé como esa alumna de aquellos días, esa que no se interesaba en literatura, ni en redacción… porque iba a ser doctora. Me reconoció y sonrío con amabilidad. Nos atendió muy profesional. Agradecí su intervención oportuna y efectiva para solucionar el problema de salud de mi padre. 


Salí de ahí aliviado y agradecido que, en toda mi vida, jamás he confrontado por su personalidad a mis estudiantes, algunos, como en este caso, nos sorprenderán.  



martes, mayo 06, 2025

Yo no espero diciembre para estar triste, lo estoy todo el año.

Yo no espero diciembre para estar triste, lo estoy todo el año.

 

Cuando el fin de año aparece, se extraen como de un baúl sin fondo, esas vivencias de alegría y dolor se van recontando, algunas veces se exhibe y otra queda en el análisis personal.

 

Se espera de diciembre esa retahíla de buenos deseos expresados en mensajes de lectura veloz y escritura veloz, porque ahora existe la inteligencia artificial que con sus múltiples asistentes automatizados escriben por ti, para ti, piensan y actúan por ti.

 

El mundo se enternece, no porque signifique el nacimiento del Cristo, sino porque es la tendencia.

 

Los que como yo tenemos la misma actitud, se nos categoriza entre desabridos, silenciosos, anormales.

 

El alboroto cuando viene de ti, de forma espontánea es digno de celebrar. Es la felicidad producto de tus transmisiones neuronales y no de la parafernalia industrial que te induce, a sentir, pensar y actuar.

 

Yo tengo siempre música de fondo en mi cerebro, y no es reggaetón, ni villancicos, no es el rock, ni cumbia, no es pop ni electrónica, es jazz, el elegante jazz. Ando por la vida como en mi propia película de los 40, en blanco y negro y su amplia gama de grises.

 

Alguien dijo “prefiero la tristeza a la felicidad, porque me dura más”.

 

Es que por todos los medios nos estimulan a estar positivos, entusiastas, a perseguir la zanahoria atada con un alambre a nuestras cabezas, y nosotros damos vuelta a la noria que está produciendo dividendos, ganancias.

 

Flexible pero terco en el estoicismo.

Nada de disparos de luz, nada de estertores.

Matizo y disfrazo según convenga el capital interior.  

lunes, mayo 05, 2025

Hay lectores

Leemos por un acto de placer inenarrable, comprensible solo en aquellos tocados por la eternidad del ángel sublime, en un acto de asirse de los trapecios en los más altos barrancos y vertiginosos horizontes, como si hiciésemos un acuerdo, un pacto, una alianza con otros extraviados, solitarios y alucinados.

 

Cada lector a la distancia, en el tiempo y en el espacio está emitiendo señales, otros con intuición o sensibilidad metafísica las captan, así nos conectamos, así somos esa unidad tintineante y dispersa de lectores.

 

Hay lectores de distintas categorías.

 

Están los académicos, aquellos que con obsesión hermeneútica arrancan significados y correlacionan vocablos y terminología especializada en una pretensión por ser ellos mismos, dadores de conocimiento, acumulan conocimiento para a su vez verterla en artículos, libros o ensayos, ofreciendo luz, donde hay sombras.

 

El contemplativo.

Este lector experimenta un silencioso placer apoteósico, individual, no espera nada, no se queda con nada, solamente la dicha efímera de goza de las imágenes leídas, pudiera decirse que, si lee sobre una cascada, la brizna le moja los pómulos y las pestañas, si lee sobre un incendio, siente que sus arterías van a reventar.

 

El errante.

Le entra a todo, va sin coherencia ni claridad sobre temas varios, pellizca, muerde, olfatea, abreva de uno y otro, de otro y otro, insaciable, a veces se detiene en un tema en el que parece se volverá experto, pero lo suelta, lo abandona y se va veloz a otros páramos, sin acabarlos de completar.

 

El alquimista

Este convierte en poesía, narrativa, teatro, cine, lo que lee y ve.

Filtra lo leído, reposa lo leído, pudiera decirse que lo olvida, y luego lo transforma. Cuando habla suelta metáforas coloridas, originales, y es que todo lo leído le ha alimentado, le ha transformado.

Les llegan emociones desconocidas a borbotones, pareciera que alguien se las está susurrando. Él mismo es un manantial de arte.

 

El obsesivo.

Subraya, desmenuza, construye puentes. Ata cabos, interconecta autores. Supone encontrar la piedra filosofal.

 

El distraído.

Lee y sueña, y cuando sueña, sueña que lee, su mundo se ha convertido en esa densidad, esa bruma artificial, en el que cualquiera es un personaje, cualquiera podría interrumpir una escena, añadir algo a la trama.

Tiene libros que a veces suelta, como si él mismo los escondiera para al cabo de cierto tiempo, hacer como que los descubre y consentir de nuevo sus lecturas.

 

Me quedo con el contemplativo… ¿Con cual te quedas tú?.

 

#EsdrasCamacho

05/05/2025

 


viernes, mayo 02, 2025

¿Somos nuestros terapeutas?

La neurosis puede ser imitada. Si crecimos en un ambiente donde estallar en crisis emocionales era habitual, eso aprenderemos. Eso que algunos no quisieran que fuera cierto, lo es: los patrones de conducta, pero aún es más grave, hay ciertas creencias e hipótesis sobre el comportamiento transgeneracional, afirma que, estamos repitiendo pensamientos o creencias de las generaciones pasadas en nuestra línea directa o indirecta.

 

¡Qué castigo!

 

Estos descubrimientos podrían hacer que se acuse al abuelo, bisabuelo, tatarabuelo de nuestras torpezas, yerros y desatinos, o éxitos, logros, talentos descubiertos y aplicados.

 

Si, pero no.

 

“No hay que creer, ni dejar de creer”, me decía mi madre y se lo tomo como válido, porque he comprobado que estar en un extremo no siempre aplica para entender el mundo.

 

Genéticamente afloran rasgos y características de nuestros antepasados esto como regalo no como castigo, uno tiene derecho a ser “original”, no repetir en bucle lo que los demás pensaron o hicieron, si no que chiste, ninguna satisfacción propia o merito personal tendríamos los nietos, tataranietos o bisnietos.

 

Hay que ir aclarando y definiendo nuestro criterio con el paso del tiempo, con la edad uno puede irse despejando de ciertos juicios de valor equivocados, “sanando”. Consentir y complacer nuestras infancias, no devolver ira con ira, un desafío excelso y perenne.

 

El escritor Tapachulteco Marco Aurelio Carballo reveló en una ocasión a pregunta expresa sobre ¿Por qué escribía?, dijo sin dudarlo por neurosis, para expulsarla.

 

Somos un pozo profundo de herencias positivas o malinterpretadas, las artes nos asisten a levantar nuestra autoestima, a superar temores, a perdonar ofensas, de ahí que la mayoría coincida en el efecto terapéutico de las artes.

 

Pero eso no sustituye la visita a un profesional de la salud mental. Si la neurosis está afectando nuestro entorno, si hay ira desbordada de forma recurrente, si hay narcisismo, manipulación, agresividad pasiva, migraña, angustia, tristeza, desesperación. Consulte a un profesional, no hay de otra. Un profesional ayudará a deshilvanar como bola de estambre nuestros pensamientos, hará rectos nuestros curvos pensamientos El profesional en cuestiones psicológicas alumbrará donde hay oscuridad.

 

¿Somos nuestros terapeutas? Obviamente no.

 

Si no es para tanto, siga consumiendo y produciendo arte.

 

#EsdrasCamacho

 

02/05/2025

miércoles, abril 30, 2025

Escribo lento, me distraigo.

Comencé a escribir Odiseas Posmodernas en el 2024 como un juego, una catarsis, un ejercicio de escritura. Aunque he tomado clases de escritura, a la hora de escribir, rompo las reglas. Si, es natural en mí, siempre ha sido así.  

 

Los escritores profesionales dedican las reglamentarias ocho horas de trabajo a escribir. Y quizá más. Llevo algunos meses con un proyecto literario. Lo sé todo, pero no me permito terminarlo. Sé lo que estoy haciendo y a veces no.

 

Escribo a cuentagotas, no soy es abrir la llave las letras se disparan. Supongo estoy limitándome a nivel inconsciente, es algo inenarrable. Soy como aquellas vendedoras, que cuando les dicen “Le compro toda su mercancía”, responde: —No, porque luego que voy a vender.

 

Soy escritor como soy lector: despreocupado.

 

No sé dónde fue a quedar “Luz de Agosto” de Faulkner, que llevo intentando su lectura algunos años, o el otro que se llama “Dejemos hablar al viento” de Juan Carlos Onetti. Títulos interesantísimos pero que no logro pasar de las primeras cincuenta hojas. Entonces me pongo a leer otros muchos, en el camino se me olvida que estaba leyendo, a veces vuelvo a retomarlo, otras, ando tan lejos de las primeras lecturas, que prefiero seguirme de largo.

 

Cuentan que Víctor Hugo el de “Los Miserables” pedía que le dejaran en su habitación, y le llevasen su ropa, sin devolvérsela en un día o dos, para que se viera obligado a escribir y avanzar con sus proyectos. Truman Capote se describía a sí mismo como un "escritor completamente horizontal". Escribía acostado en su sofá o cama, con un cigarrillo y una taza de café o té a mano. Se cuenta que Gustave Flaubert era conocido por su meticulosidad extrema al escribir. Se dice que podía pasar días enteros buscando la palabra perfecta para una sola frase.

 

Tengo tanto que aprender de los grandes, sin embargo, tampoco me obsesiono, creo eso es lo que me falta. Escribo Odiseas Posmodernas como un ritual, o desahogo, vengo a la compu y mientras reviso las redes sociales o leo autores desconocidos en blog o pdf, ocasionalmente escribo en el otro proyecto, una novela breve.

 

 ¿No sé si a esto se le llama bloqueo creativo? Más bien debería llamarse desidia involutiva, avanzo lento como sobre dunas del desierto, como en medio de arenas movedizas. Desconectarme de las redes no funcionará, estoy ocupadísimo también conmigo mismo en todo y en nada. Le llaman trastorno, síndrome o TDAH.


Tengo cuatro personalidades y los cuatros son diletantes, permisivas y relajadas, cuando por lo menos una debería llamarme la atención, me dicen al unísono: — Diviértete ¿Qué otra cosa nos hará felices?

Y yo condescendiente digo—Ok. Entonces paro de sufrir.

—Si!!!

 

#EsdrasCamacho

30/04/2025

 

 

domingo, abril 27, 2025

Cuando tengo un libro siento que me he sacado la lotería.


[Odiseas Posmodernas]


Desde que conozco un portal web de venta de libros en línea he comprado una seisena, que me han llegado desde distintas partes del mundo, Nueva York, España, Colombia entre otros. Son libros nuevos, llegan a tu domicilio, puntuales. 


Recientemente he comprado uno de Mary Oliver, donde habla de sus maneras de crear y componer poesía, El camino del escritor de Julias Cameron, Los Niños del Borgo Vecchio de Giouse Calasiura, la biografía de Woody Allen, el ardor en la Sangre de Irene Irène Némirovsky, entre otros. 


Cuando tengo el libro en mis manos, casi casi le hablo diciéndole bienvenido, pasa, ensíllate.  Y el libro es como un recién nacido que me mira con sus ojitos entrecerrados y su cuerpecito enternecido, como diciendo, ¿Será este mi ser amado? Y, yo entendiendo eso digo ¡Si! Vamos a llevarnos muy bien, tu y yo. 


Cargo con uno, dos o tres, en una maleta aparte, una maleta para mi ropa y otra para mis libros. Me gusta que se acompañen (los libros), como si fueran una familia…no vaya a ser que no se acostumbren pronto a mí, o que se sientan abandonados. 

  

A veces, por descuido no abro la maleta de libros, porque me devoran actividades distintas pero siempre estoy buscando oportunidad para abrir la maleta y llevarme a todas partes uno. 


También he comprado en Botaderos a veces económicos, a veces no, me encontré con uno nuevo de los poemas de Jhony Cash, pagué por él como si estuviese en la Boutique, pero valió la pena, es un libro donde puede verse los borradores inéditos de sus canciones, y algunos poemas sueltos estremecedores. 


Cuando tengo un libro siento que me he sacado la lotería. 


Tengo un libro descuajeringado que adquirí en un estante de un pasillo en el mercado 5 de mayo de Tuxtla Gutiérrez, allí a un lado del camarón seco y pescado seco, en un local que ofrecía conservas y curtidos, el contenido, el título y el ejemplar es hermoso, se llama “El Otoño recorre las islas” de José Carlos Becerra. Desde ese día, ha estado a salvo conmigo. 

Yo leo como si no quisiera que se acabara lo que leo. Leo y saboreo lentamente las emociones que me genera, deseando se prolongue en mis neuronas, que se tatúen esas imágenes. Sé que quiero lo que quiero, y no es sencillo de explicar, solo aquel que ame tanto leer me comprenderá. 


Este jueves por la noche cayó una tormenta espantosa en el soconusco, yo iba a mudarme de lugar y anduve cargando cachivaches, saqué de la maleta el libro que he estado leyendo “10 viajes. La nueva realidad de las drogas psicodélicas” de Andy Mitchell y se me cayó en un charco agua, lo vi, reclamar mi descuido, pedirme auxilio, lo levanté, pero el mal ya estaba hecho, el agua había mojado la mitad. Me sigo recriminando, y pienso que el libro me estará diciendo “Tanto amor y no me supiste cuidar”. 


Prometo que no pasará de nuevo.


Es todo.


#EsdrasCamacho


27/04/2024