jueves, abril 25, 2024

Me sorprende la inteligencia artificial.

 Me ayuda para saber si debo estar hidratado, si la presión funciona de manera regular, si los latidos por segundo son los correctos, si… ¡es un esclavo! ¿O, nosotros lo somos?  


El fascinante reino de la inteligencia artificial es muy atractivo. El futuro es hoy. 


Me informo a través de sitios web con información fidedigna de algunas de sus ventajas. 

Puede aumentar el conocimiento. 

Ya lo ha demostrado la IA de DALL-E 2, Stable Difusion, Midjourney, entre otras herramientas, generando imágenes originales a partir de descripciones textuales.

Puede ayudarnos a tomar decisiones. 

Con los datos que hemos proporcionado, nos genera predicciones y por ende recomendaciones precisas sobre nuestros gustos y expectativas. 

Puede ayudarnos a salvar vidas

Con los diagnósticos más precisos y asistencia en cirugías complejas. 


Se fantasea con lo mucho que podrá hacer próximamente y a la vez se teme que genere desempleo y mayor dependencia, pero tampoco es del todo malo. ¿O sí?


Es importante abordar los desafíos éticos y sociales que surgen con su desarrollo para asegurar que sus beneficios sean accesibles para todos.


He tenido algunos escepticismos y resistencias que se han diluido con el paso del tiempo con respecto a las oportunidades de la inteligencia artificial. 


Por lo pronto un brindis y un aplauso para la I.A. 


¡Por todo lo que puede, y no puede ahora y nunca podrá, también! 


Salud!


martes, abril 23, 2024

Yolanda

 Cuando creé mi cuenta en el Facebook lo primero que hice fue buscar entre los usuarios a Yolanda, aunque ya estaba yo casado.

 

Yolanda no era una gran belleza, no tenía exuberantes atributos, pero representaba el gozo sexual de aquellos días de juventud cuando el futuro ni por asomo, asomaba su horizonte.

 

Aparecía rara vez en mis sueños, pero siempre me dejaba el sabor de su exquisitez en la memoria. Por eso la busqué.

 

Era curiosidad por su destino, era curiosidad por repetir el encanto de nuestros encuentros, en los que nos derretíamos como hielo sobre brasas, teniendo y reteniendo nuestros cuerpos apasionados, sobre la cama o cualquier superficie.

 

Yo me había ido, yo había provocado la separación, pero eso no obstaba en tener el capricho de saber de ella.

 

Mi matrimonio definitivo fue desarrollándose sin imprevistos. Karen tenía como meta envejecer a mi lado, y se empeñaba en lograrlo con valor.  

 

Yo era el irreflexivo que buscaba las concupiscencias en otros cuartos, como un desconsolado. 

 

Yolanda no aparecía en la red social.  ¿Por qué la quería encontrar?... ¡Por antojo!

 

Como el que aprecia el paisaje de enfrente y lo quiere conocer, porque lo ve interesante.

 

Me preguntaba si sus pensamientos volarían hacia mí en momentos de soledad, o si su risa aún resonaría en las paredes de su hogar, o si sentía coraje hacía mí, odio, desprecio, ira o ternura.

 

No sé cuantas veces la busqué en las redes, veía si algún amigo en común me daba alguna pista de su paradero, pero no ocurrió. 

 

Años después cuando mis ilusiones de encontrármela en las redes se habían rendido, me envió solicitud de amistad, reaccioné con profundo interés. Le escribí un mensaje, pidiéndole y dándole mi número telefónico.

 

Nuestra conversación fue cortés. Yo no dejé pasar la oportunidad de hacerle algunos piropos y manifestar mi interés por revivir la chispa de aquellos tiempos.

 

Le pregunté si me había olvidado. Le dije que no había dejado de pensar en ella, y que me sentía atado a ella como en un hilo invisible, y ¿Si, sería posible que nos encontrásemos para ponernos al corriente, y todo lo demás?

 

-          ¿Qué es todo lo demás? – dijo

-          Mis movimientos sexys – Le respondí entre risas.

 

Me contó que le había costado mucho aceptar el pasado. Aunque fructífero en la economía, el presente, no era armonioso, su pareja le era infiel y ella lo sabía.

Tenía dos hijos y el trabajo en su minisúper en la periferia de Tuxtla, le agotaba demasiado, y que si, que podríamos vernos, aunque solo unas horas, pues “no tengo ningún pretexto para andar sola en la calle tanto tiempo”.

-          Dile a mi socio que vas a ir a Zumba- Le propuse.

-          Jaja ¿Yo a Zumba?... mejor le digo que voy a ir al psicólogo.

-          ¿Porqué?

-          Porque he ido al psicólogo por unas charlas para fomentar el perdón.  

 

Le dije que no era sencillo tampoco para mí, pero que cruzaría los montes, los ríos, los valles por irle a encontrar.

-                 

Agendamos una fecha, y el típico lugar de encuentro de los enamorados, en Tuxtla: “La Catedral de San Marcos”.

 

Mientras me acercaba a lugar, dudé si le gustaría yo aún, ya con algunos kilos encima, con algunas arrugas y escasez de cabello.

 

No demoró mucho, la vi llegar de la mano de una niña de 10 años, pasó frente a mi de largo a la iglesia, la seguí. Ahí la saludé como si nos acabásemos de encontrar por casualidad.

 

La madurez le estaba sentando muy bien, su risa el mismo oasis, la mirada seguía siendo candorosa, y esa espalda tan equilibrada a sus caderas, que reconocería hasta en el propio cielo.

 

La niña no dejó de interrogarme ¿Quién era y a que me dedicaba?, a lo que simplemente dije: Soy Nicolás Bravo y estoy acá para venderle unas telas a tu mami.  

 

Caminamos al café más cercano, siempre con la mirada inquisitoria de su hija. Pedimos algún entremés, y cuando nos lo sirvieron para que nos quedásemos solos un momento, ella le ordenó a la niña que fuera a lavarse las manos.

 

Después de un arrebatado beso le dije, ¿Cuándo podré darte todos los besos en los lugares que mereces? - . 

 

Para no dar rastro de sospechas a la niña comimos y bebimos entre silencios y frases muy cortas.

 

Nos despedimos con la promesa de repetir y alargar nuestro encuentro en una estancia solitaria.

 

Le seguí escribiendo por mensajería, pero no encontraba ya el ímpetu en sus respuestas.

 

Dos semanas después, me dijo que era imposible que nos volviésemos a ver. El párroco de su iglesia, su consejero sentimental, le había advertido de los peligros de la deslealtad a su cónyuge y que prefería seguir los caminos de la confianza en el amor del él. 

 

No quise insistirle. Tal vez era un aviso del cielo para mi supervivencia. Pero si me enojé con ella, con el cura y conmigo.

 

La bloqueé de mis contactos.  

 

lunes, abril 08, 2024

La literatura como refugio

 

Construimos casas para guarecernos de las inclemencias del tiempo. Una casa proporciona descanso, seguridad, esparcimiento.

 

Es un espacio seguro el hogar, sea del color y el tamaño que sea.

 

Cuando sentimos una amenaza, pensamos en llegar a casa, añoramos el ansiado momento de encontrarnos en la comodidad de la casa.

 

Hay un espacio personal. Sin ser conscientes de ello, tenemos un lugar preferido, puede ser un pasillo, un jardín, la sala, el comedor, la cama, un sitio dónde se puede encontrar la conexión consigo mismo y con el entorno.

 

Ahora un ideal para cualquiera es estar a la sombra de una palmera, en una hamaca, con un coco en la mano, mientras el sonido del viento le acaricia o le despeina, a todos nos gusta esa paz.

 

Debido a la vida acelerada a la que nos ha conducido la modernidad, ya nadie tiene espacios de paz. Con la aparición de la vida digital la sociedad tampoco se permite estar aburrida, cliqueamos con obsesión algo que nos libere del encierro de la ansiedad, la paciencia se ha esfumado y el aburrimiento está por jubilarse.

 

Dedicamos varios minutos e incluso horas durante el día a asomarnos virtualmente a la vida de otros, a los temas supuestamente divertidos, que nos alivie del aburrimiento, pero que en opinión de científicos sociales, el aburrimiento siempre ha sido generador de curiosidad, y la curiosidad a su vez, detonante de descubrimientos, innovaciones e inventos sorprendentes. 

 

La capacidad de asombro nos ha rebasado, hemos visto o escuchado todo tipo de situaciones dramáticas. Nos hemos convertido en sujetos adictos a las emociones, y cuando esas emociones generadas por la adicción a la vida digital, dejan de estar sufrimos, porque ya no sabemos qué hacer con tanta realidad.

 

Demasiada realidad es un peso insoportable para cualquiera.

 

Por fortuna existe la literatura.

 

La literatura nos conduce apaciblemente a la paz, o intensas emociones, siempre desde un lugar seguro, la ficción.

 

¿Cómo llegar a la literatura?, ¿Cómo refugiarse en ella?.


*Buena pregunta… ¿eh?. Pequeño conflicto en el que me he metido reflexionando estas preguntas.*

 

Si la realidad te parece de un peso insoportable, está la literatura para resistir.

Si nos sentimos discriminados por la élite, está la literatura para consolarnos.

Si nos aburrimos, está la literatura para reinventarnos.

Si nunca descansamos, está la literatura como terapia.

Si nosotros mismos no nos toleramos, está la literatura para respetarnos.

Si, del alma parece que enfermamos, está la literatura para refugiarnos.

Si del mundo estamos extraviados, está la literatura, siempre está la literatura.

 

Y ¿Cómo llegar a la literatura.

 

Como se llega a disfrutar de la belleza de un atardecer, como aspirar brisa fresca, como bañarse en aguas cristalinas, cómo estar bajo la palmera de cocos en una hamaca, se llega llegando.

 

Los animo y les convoco a apagar de vez en cuando la vida digital, y encender la literatura.

 

Encender el hábito de leer, es conocer a un amigo silencioso y amable. 

Un placer embriagador que no marea.

Un amor que no es tóxico…intenso y alegre todo el tiempo.

Una casa segura, pero con las puertas abiertas.

Salud!.

 

#EsdrasCamacho