jueves, octubre 08, 2020

Se llamaba el Cisne...

 Luego de algunas semanas de no verle, me lo encontré sorpresivamente. 


En esos días de mi decepción y su coraje, había demasiada tensión producto de una malainterpretación, pero sobre todo considero a su ego lastimado en el que nuevamente veía que no todo el mundo permanentemente le era un fan. 


“¡Buenos días idiota!”,  me espetó casi de frente. Yo tragué saliva y pasé sin prisa a una sana distancia. 


A mis espaladas volvió a solicitar “¡Espérame canalla, que tengo aun dos cosas más que decir. Aún no he terminado!”. 


Aunque más lento seguí caminando, mientras hurgaba entre mis pensamientos la mejor forma de salir bien librado de esa “bochornosa” situación. 


Como ahora ya las cosas no suceden sin testigos de por medio, en un instante vi que ya tres personas estaban grabando con su celular. 


Voltee de inmediato y pregunté: 

- ¿Cómo estás?, y de que exactamente estás enfadado. 

- No te hagas, tu bien lo sabes. 

- Te aseguro que me cuesta encontrar el  motivo. 

- Ya sabía yo que eras parte de un plan malévolo para desestimarme, para humillarme y hacerme quedar mal, pero te digo una cosa, hay una justicia, y aún si la creas o no la creas también llegará para ti. 

-

Intentaba ponerme en su lugar, pero no hallaba como. 

Quería recordar cómo he actuado otras ocasiones, en que las personas tienen alteraciones de su comportamiento, producto de una ofensa que solo esa persona cree. 


Mientras él ondeaba un mecate por un lado y sujeto a su puño derecho por el otro, comprendí que el tema no podía desahogarse sin violencia. 


- Por lo pronto hoy, con esta cuerda que tengo mira... que utilizaban los campesinos para arrear su ganado, voy a azotarte y comprenderás mi furia. 


- Me gustaría pedir en nombre de San Francisco patrono del pueblo, perdón por lo que te sientas ofendido, no sé me ocurre que más decirte. 

- Bien que sabes… y ya no es tiempo de defensas, sino de humillación, humíllate si no quieres que ahora te descabece de un mal golpe, no me retes, que tu me conoces, y soy capaz de hacerte eso y mucho más. 


Hace tiempo leí  que la ira y la tristeza son hermanas que usan ropaje confundido. 


Y más que coraje sentí tristeza, porque hacía algún tiempo habíamos reído juntos, bebido, cantado y celebrado coincidir en el tiempo y el espacio del mismo universo artístico. 


La luz del sol era tal como lo desearía para filmar una escena de dramatismo. 


Pensé que si seguía escuchándole con mesura, él acabaría por desahogar su frustración. 

Dijo: 

- ¿Qué te pasa?, ¿Es que te da miedo o lastima, o acaso te burlas de mí?. Yo no sé si me equivoque contigo, pero de una cosas si estoy seguro, tú y tus compinches fracasaron, porque no hay poder que logre derrumbarme, porque de mi lado está la justicia divina y de tu lado la mediocridad, la torpeza y la sinrazón. 


Pensé que estaba puesto como para foto de concurso, así con su sombrero de duende, las paredes de adobe blanquecinas al fondo y esa luz directa sobre sus puños. Él Seguía agitando y golpeando el aire con la cuerda sujetada. 


Al instante aparecieron familiares suyos que con fuerza lo sostuvieron para inmovilizarlo. Mientras la patrulla y sus elementos policiales, llamados por algún curioso, o porque habrán visto la transmisión en vivo en las redes sociales aparecieron  al mismo tiempo. 


Yo no salía de mi asombro  y escuché decir a una mujer mayor “No sé cuál sea la razón de su molestia, pero le suplico no lo acuse”


Los oficiales me vieron como interrogándome si lo soltaban o se lo llevaban. 


Les dije, “por favor por lo menos llévenlo cualquier parte, si quieren solo a dar una vuelta, por mi parte yo veré lo que sigue”. 


- Idiota, tres mil veces idiota me gritó desde lo alto de la patrulla. Nunca me vencerás porque yo soy  tres mil veces más que tú. ¡Oíste!


Agradecí a los presentes su empatía, y emprendí mi camino hacia adelante. Me acordé que en nuestra última conversación de whatsapp,  me había enviado un archivo de audio donde él cantaba en francés y quise escucharlo en mis auriculares, pero la bocina del comerciante captó la señal bluetooth y sonó la estrofa: “Prendre un enfant par le coeur, Pour soulager ses malheurs”. 


Avancé y la música se desconectó.