viernes, abril 11, 2025

Yo a usted lo conozco

 Me asomé a la papelería a las 5 de la tarde, era un momento tranquilo. Ella desatendió sus cuentas, para ponerse interesada frente a mí, yo conté vicisitudes ordinarias de mi experiencia en otros lados, anécdotas ocurrentes. Su esposo llegó y se unió a la conversación. Yo seguí contando de los pros y los contras de mi trabajo, exagerando los pros, y minimizando los contras. 


La señora realmente estaba fascinada y si quería renovar el contrato, yo lo sentía ya en mi bolsa, eso me traería un 20 por ciento del total y mejoraría mis ingresos. 


Me habían contado que le caía yo bien.  Había hecho referencias positivas de mí. Yo agradecía, pero ignoraba ¿Qué había yo hecho para caerle bien?, solo mi trabajo. 


Había estado haciendo labor de productor, locutor y publicista en una estación de radio independiente. Yo traía experiencia de una estación de radio más grande en una ciudad más grande, eso me permitía innovar en el trabajo.  


Desde que volví a esta ciudad era yo otro, partí adolescente y volví adulto. Conocía la ciudad, pero la audiencia no me conocía a mí. 


—Le envío saludos la Señora de la papelería, que siempre está atenta a la programación de la radio, sobre todo cuando usted está en cabina. Me informó el gerente. 


El comentario podía interpretarse como “Ella está interesada en algo más” o simplemente “es una entusiasta de la radio como cualquiera”. 


Dejé pasar los comentarios por muy elocuentes que fueran. Tenía la firme convicción de no meter mis narices en ningún asunto que no fuera propiamente laboral. En la ciudad era más conocido, no me convenía que mi reputación cayera. No es lo mismo hacer locuras fuera que dentro de tu ciudad de origen. Yo tenía que portarme bien, moralmente.


El jefe inmediato me asignó que fuera a visitarla, para renovar su contrato de publicidad —De paso se conocen y a ver que pasa. Dijo. 


—¡Que va a pasar nada!, le traeré ese contrato renovado. 


La conversación giró a temas personales, y entonces supe que era el momento de partir, pero había que llevarme el contrato firmado y el dinero adelantado.


—Yo a usted lo conozco. Dijo


Ameritaba que yo le diera importancia a la frase, y dudé si era cierto lo que decía o solo estaba intentando alargar la conversación sin motivo. 


—No me diga

—Si, ¿no se acuerda?

[…]

—Acuérdese. 


Vuelta a hablar conmigo mismo y el resultado fue «Negativo 10-4 no hay indicios de conocimientos entre ella y tu»


—Usted y yo estudiamos juntos. 


Empecé a hacer memoria de las clases que había yo tomado en toda mi vida incluyendo las de corte y confección. 


—Pues no. 

—En la Escuela de Computación. 


«mmmm loading…..loading…. mmmmmh»—Ah sí, no me acuerdo, hace ya tanto tiempo (si habían pasado algunos añitos).  


—No me acuerdo de esa época, ¿esa escuela estuvo en el barrio La misión, verdad?

—Si, ¿ya se acordó?

—No, viera, pero me acuerdo que en esa escuela había una niña que como me chingaba, yo, o ella o ambos nos caíamos mal, ella me hacía cara de fuchi, cada que me veía, y me tenía hasta el cogote de su mal comportamiento, era una muchachita jodona sin igual, solo poniendo apodos se la pasaba, yo no sé qué se traía …flaquita flaquita, su papá era chofer, ella se llamaba Natalia. 


—Soy yo. Dijo. 


Yo no lo podía creer. Cómo había cambiado tanto y supe también porque decía que me conocía. 

—Ah, pero ya no somos esa verdad. 

—Si, ya no somos esos, lamentablemente. Dijo

—Yo creo que, por buena suerte, ya no son esos tiempos. 


Me firmó el contrato, me pagó la mensualidad, y salí de ahí con una sonrisa nerviosa. Desde entonces, aunque me insistan, digo que no me acuerdo de nada, ni de nadie. 


Consulté mi reloj, era justo la hora del café de las 6:00 pm. Me di prisa.  


#EsdrasCamacho


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