Desde aquellos días del Biper, la gente portaba colgado en su cinturón y lo revisaba a cada instante por si se le había olvidado sonar. Lo mismo ocurrió con los mensajes de texto en los celulares, se checaba cada minuto por si había llegado de manera silenciosa.
algunos se lo ponían en la oreja y hacían como que estaban
ocupados para que no fueran abordados por los demás, moviéndose del lugar,
aunque no tuvieran batería.
Adquirí mi primer celular en el año dos mil. Un compañero
quería cambiar de modelo y necesitaba deshacerse de él, hizo su labor de
persuasión y se lo compré. Lo tuve algún par de años. Creo que puedo hacer una
lista de solamente 5 o 6 modelos distintos de esa ocasión a la fecha, o sea
cambio de celular una vez cada cinco años.
Como cavernícola he ido incorporándome a las apps, a un
principio con desconfianza y otras como cliente frecuente. Hay aplicaciones que
enriquecen la experiencia lúdica, ofrecen datos de interés para las
profesiones, solucionan ecuaciones, crean rutinas para ser productivo, te
advierte, señalan y mencionan zonas de tráfico intenso, niveles de azúcar,
latidos, etcétera.
Mi hermana mayor, me habló de tener Spotify, y yo me había
negado a conocerle. —¿Para qué? —Para que cuando te vayas a la montaña puedas
seguir oyendo tu música—Cuando me voy a la montaña escucho la música de la
montaña, quiero desconectarme—Ok, no pues.
Pero al final si la instalé y ahora soy fan del Spotify,
entre otras.
No puedo decir que es un mundo aparte. Es el mundo real.
La gente consulta todo en el celular Smart. Sus cuentas
bancarias, el clima, las cerraduras del hogar. Ya todo es Bluetooth, pulseras,
teclados, ratones, audífonos. Y luego se sorprenden cuando en sus pantallas
aparece un mensaje en lo que estabas pensando y dicen “¿Cómo pudo pasar… ya me
dio miedo”?
Aunque se nos diga explícitamente como en las etiquetas de
los cigarrillos y bebidas alcohólicas, “el uso excesivo de este producto puede
ser dañino para su salud”, da igual, pensamos, soñamos, vivimos, jugamos en la
conexión WIFI.
Insisto ya no es la emulación de la realidad, es lo real.
El otro día, pasaba un rato en la habitación de una chica
millenial. El clima era invernal y yo estaba a punto de acostarme; ella dijo,
“Alexa cierra las cortinas”, y yo volteé a ver quien lo iba a hacer,
mágicamente se cerraron. “Pon mi lista de reproducción para concentración” y la
música empezó a sonar en la bocina. “Aspiradora automática, limpia el suelo”
debajo de la cama salió un objeto en forma de disco, cumpliendo la orden.
—¿Quieres probar me dijo?
—De acuerdo
—Di algo
—Alexa ponme la cobija…
—_Busqué la cobija en la biblioteca de música, pero no
encontré “ponme la cobija”_ respondió el artefacto.
—¡Ahí está pues la falsedad! Dije.
#EsdrasCamacho
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