Primero el mayor, y luego mis otros dos hijos menores, han estado quedándose con su mamá nuestra recámara se volvió, la recámara de ellos.
Me fui a otra habitación, ahí tengo mi estudio, mi oficina.
A este lugar no tienen acceso mascotas, ni personas que no
sean mis hijos y mi esposa. Es acá donde reposa y se eleva mi conciencia, donde
aprendo de lo que veo y escucho. Algunas noches recibo de visita especial a mi
esposa, quien dedica lo suficiente de tiempo, al incomparable oficio de “novia
eterna”.
Una computadora, bocinas portátiles, sombreros, sandalias,
mancuernas, libros, cámaras fotográficas, micrófonos y otros cachivaches y
chacharas son mi diaria compañía.
Paso acá las reglamentarias horas de dormir, y otras muchas
leyendo, viendo algunas películas o entrevistas en el monitor de la
computadora.
Me hace bien tener un lugar así.
Desde acá escucho los sonidos de los autos en la calle, los
sonidos del altoparlante de las tiendas, farmacias y carnicerías aledañas a
nuestro domicilio, acá se oyen los silencios nocturnos, interrumpidos por los
maullidos o ladridos de las mascotas de mis vecinos, y mis pensamientos.
Yo, que de pequeño viví en una casa donde no teníamos más
que la cocina, un sanitario, el tanque y sus pequeños lavaderos, y la
habitación que era multifuncional compartida con mi madre y mi hermana a todas
horas. Aprecio este lugar.
Me recuerda a mi cuarto de soltero. Aquel donde tenía prendido
a las paredes de ladrillos sin repello, unos carteles y pañuelos con insignias
de rock y revolución; ya no los conservo. Hace 16 años estoy en feliz matrimonio,
pero lo que si conservo es esa sensación de holgura, libertad y complacencia.
Me despierto cada día, y voy a darle los buenos días, desde
muy temprano a mis hijos y a mi amada.
Familiares o amigos que ocasionalmente nos visitan,
curiosean a veces nuestros estilos de vida, se sorprenden cuando, Vicky dice
esta es mi recámara y aquella otra, es la de mi esposo.
Mi mamá vino un día y cuando se enteró dijo, así como
dormían mis papás, al estilo Comitán.
Me llaman y yo respondo, acá estoy. No estoy haciendo otra
cosa que estar en mi habitación propia.
Me siento un José Arcadio.
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