viernes, mayo 03, 2024

Me gustaba el cine Chiapas 70

 Siempre sentí fascinación por el cine, ahora producir cine, pero antes solo verlo. 



Tendría yo unos 20, o 21 años, vivía en Tuxtla y gustaba de ir al cine. Los de categoría se encontraban en la planta baja edificio de enorme altura, a espaldas de la Catedral de San Marcos los demás por las calles aledañas El alameda, el Rex , El Vistarama y el Chiapas 70. 


Observé que un boleto te valía para las dos funciones, es decir siempre estaba al dos por uno, cinco pesos por dos películas, las películas no eran malas, eran las del nuevo cine mexicano y otras de moda hollywoodense, por ese precio era una ganga, por eso asistían familias enteras, grupos de amigos, parejas y muchos como yo solitarios. 


Al ingresar estaba la persona que te recibía los boletos, lo partía en dos. Entre una y otra película, algunos que solo le interesaban la primera función se iban, pero otros como los fumadores que solo querían fumar, tenían el permiso de salir, y entrar mostrando el boleto cortado a la mitad.  


Me gustaba el cine Chiapas 70, por su ubicación, por el diseño, por el tipo de películas familiares que daba, casi siempre de comedia y drama, y sobre todo por su precio, las butacas no eran cómodas, pero eran de cine de los de tiempos mejores. 


Cinco pesos, era el equivalente a 4 o 5 chicles. Eso costaba el acceso, y por supuesto, los tenía al alcance, pero podía más la tendencia a la chapucería. 


En las paredes de los pasillos en la parte exterior de la barrera con palanca giratoria que limitaba la entrada, estaba además de la taquilla los carteles o posters de las películas en exhibición y sus precios. Una vez que vi que uno de los espectadores se marchaba, le pregunté si me regalaba su medio boleto de cine, que iba a tirar, con ese, ingresé esa vez, y esa acción fue repetida una y otra vez. 


El boletero, una persona entrada en años, no me dijo nada, aunque sospecho que tuvo un ligero presentimiento, que por el mucho trabajo que tenía, no alcanzó a reflexionarlo [Supongo]. 


Y a la semana entrante de nuevo, funcionó la estrategia. Así que yo iba al cine a ver la segunda función gratis. 


Por esos días surgió el cambio de semestre, yo me fui a casa de mis padres a dos semanas de receso escolar, y cuando volví, de nueva cuenta feliz volví a la rutina de sinvergüenza. 


Yo había guardado en un libro la mitad cortada de mi boleto regalado. Al dárselo a don cómosellama, me detuvo con firmeza diciendo, este boleto no lo compraste, y, yo con cara de ¿qué se hace en estos casos? Pequeña pausa de por medio, de análisis de la circunstancia, acepté que no, que sí, que no lo había comprado y amablemente me dijo, ve a pagar tu boleto y entras.  


Supe que se había dado cuenta, porque en ese intervalo de tiempo que dejé de ir, los boletos habían cambiado de color. 


Pagué mi entrada. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario