miércoles, julio 10, 2024

Rigo es amor

 


José Carlos y Cristopher Ángel fueron los colegas comunicadores que me presentó Ulises, cuando me invitó a acompañarlos en el almuerzo en una de las fondas de mi ciudad, habían venido a construir un reportaje.

 

Con emoción les estreché la mano a ambos, y al instante recordé a Cristopher Ángel, había estudiado una o dos generaciones posteriores a la que egresé, por lo que mantuvimos intermitentemente algún saludo en aquellos días.

 

En la charla pidieron que les siguiera acompañando, a la búsqueda de testimonios sobre el tema que traían en manos. José Carlos se encargaría de la redacción y Cristopher Ángel de la fotografía.

 

Teníamos mucho de qué hablar, haber asistido a la misma escuela y tener algunos maestros y amigos en común, nos daba material de sobra.

 

Al concluir la jornada, les ofrecí ir a una cafetería y conversar. 

 

Jose Carlos preguntó – y, ¿Qué tal unas cervezas?, yo: Si, claro, si gustan. José Carlos ¿En dónde?. – Cristhoper: - En cualquier banqueta. Reímos juntos.

 

Fuimos por ellas y en la terraza de mi casa improvisamos una tertulia con los reflejos de las luces de la ciudad, de botana tuvimos cada uno, una bolsa pequeña de cacahuates japoneses. Estábamos entretenidos escuchándonos sobre nuestros hobbies y malabares de la profesión, trayendo continuamente a colación algunas anécdotas propias y otras que nos habían contado.

 

Programé en mi celular unos temas musicales, música noventera, balada pop y balada rock. José Carlos me dijo, “yo oigo de todo, no hay problema” y Cristopher que se veía más punk, tirándole a dark, supuse que prefería el rock.

 

Luego de la segunda ronda de cervezas ya habíamos escuchado una docena de esas canciones, cuando me dice José Carlos, “Oye y tienes en tu playlist a Rigo Tovar”, me quedé desconcertado, hacía tiempo que no había escuchado nada de él y hacía tiempo que nadie me lo recordaba.  ¿Rigo Tovar? Dije y volteé a ver a Cristopher, para ver su desagrado. Doble fue mi sorpresa cuando me dice el otro “Sí, ahora si le atinaste, prográmate Lamento de amor, Mi matamoros querido y El sirenito”.

 

 A partir de ahí, la conversación se encaminó a hablar de lo significativo que ha sido el cantante en la sociedad mexicana desde los años 70 a la actualidad, y que es homenajeado a diario en varios hogares de las ciudades capitalinas y rurales.

 

Era un genio, me dijeron, ¿Sabías que solamente se le comparan bandas como Queen, Pink Floyd y Black Sabbath?. Uno a otro, se fueron quitando las palabras, emocionados de contar cosas increíbles del cantante. “No recuerdo si fue Monterrey o una arena, o dónde logró reunir a cerca de 500 mil personas en un concierto”. “Nosotros, acá en México no le damos su lugar, pero por ejemplo en Argentina y Chile, hay muchos que continúan estudiando su legado en la música tropical y esa fusión de rock progresivo incluso. “Ah, pero tiene además varias películas, donde se habla de su vida”.

 

Dos rondas más transcurrieron en la algarabía de la plática, y las enseñanzas que me otorgaron mis colegas de Rigo Tovar el héroe que salió de los barrios más pobres de Tamaulipas y nunca perdió su humildad.

 

Al final me miraron preguntándome, que me parecía.  Definitivamente:  Rigo es amor. Dije.

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