martes, mayo 26, 2020

Victoria



La semana final de vacaciones y por una decisión motivada por la nostalgia quise pasar por donde había sido feliz a mis 19 años. Mi decisión debía parecer mera ocurrencia, pero en el fondo estaba deseando cuadrar mi agenda con los tiempos de Victoria, mi nueva amistad en Facebook, que también estaría en el mismo lugar.

Dejé a mi familia en un hotel del centro de San Cristóbal, y pretexté un trabajo de último momento, el cual debía hacer al instante y solo.

Con la ayuda del gps, el taxista ubicó pronto la dirección de la fiesta comunal del barrio que se celebraba cada año.

Luego de 19 años de no estar ahí, me sorprendió que me reconociese tanta gente, como si el tiempo hubiese estado congelado, las mismas sonrisas y las mismas bocas convidantes.

Victoria me vio y con esa autoridad tan suya o ¿sería mi acostumbrada debilidad ante su lascivia? Sin cruzar más que pocas palabras fuimos a una vieja construcción que servía de posada, a encerrarnos y a vivir el resplandeciente placer del “sexo con tu ex”.

Lo más incitante del encuentro era el pecado de la transgresión, el escape, el comprobar la misma conexión de antaño, la prisa de saber que aún nos devora el arte de la seducción compartida.

Apenas entramos se recostó en la cama, sin soltar el celular en ningún momento, yo busqué el botón del aire acondicionado y escuché toquidos en la puerta mientras ella recibía una llamada de Facebook. La frase pronunciada era más fuerte que los golpes en la puerta.

- “Otravez Victoria, otravez como cada año que vienes a tu pueblo, tirándote a un ex, distinto. ¿Cuántos tengo que matarte para que dejes de hacerlo?.”
Dijo la voz que imaginé un troglodita iracundo con toda la razón de actuar así.

Me pregunté a quiénes y cuántos “Ex” se refería.
Volteé para ver cómo estaba ella, y simplemente vi que actualizaba su estado de Facebook.
Abrí la puerta sin saber bien que paso proseguía… Entró sin mirarme.
Se abrazó a sus piernas como víctima y le dijo: “¿hasta cuándo Victoria, hasta cuándo?.”

Salí y agradecí la luz del sol, tome aire. Y pensé: - “hasta cuando yo dejaré de estar aceptando solicitudes de amistad de mis ex”.

Llegué con mi familia y fuimos a comer.

Bani me preguntó por el trabajo y si todo había salido bien.
-Más que bien, respondí, mientras bloqueaba a mi recién agregada amistad en el Facebook.

Le dije: ¡Te propongo un brindis!

(Y sequé mis lágrimas de felicidad)

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