viernes, mayo 01, 2020

Óscar Chávez


Ya nadie quiere oír bellos lamentos que provocan encuentros con el espíritu filósofo interior propio.
Nuestros estilos son más violentos pero menos significativos, escuchamos casi siempre para evadir.

¿Que evadimos?

Una palabra, un sentimiento, emociones, sensaciones: la soledad.

En esos días (año 2000 y 2001) en que la vida laboral empezaba a sonreírme de nuevo, adquirí una bicicleta y una grabadora en oferta en Chedrauí.

Un día sí y otro también tomaba la bicicleta y hacía una vuelta completa entre la antorcha solidaridad, el parque del oriente, pasando por el libramiento sur y norte respectivamente, para concluir al atardecer, cansado y dispuesto a cerrar los ojos para pensar que no habría un mañana distinto.

Yo vivía en un bello barrio tuxtleco cercano al conocido Mercado de los Ancianos, al que acudía casi a diario a desayunar y la rutina no incluía comida, pero si cena de esos tacos “callejeros” económicos y sabrosos.

Los días en que no iba al recorrido en bicicleta me quedaban pronto a escuchar interminablemente el disco de Óscar Chávez y sus canciones de revolución femenina y fuera del mundo entre una depresión filosófica y la absurda Esperanza de que alguna vez eso sería un capitulo olvidado.

Y ese tono poético y aguardentoso dominaba por encima de cualquier otro sonido mientras el día transcurría y veía el lote baldío que estaba tras de mi ventana, y la pared de ladrillos con un poster del Che Guevara en el lateral izquierdo y en el frente un poster de los Beatles, era todo el escenario.

Oscar Chávez era un artista interesante para muy pocos, todos gustaban de soda stéreo, los enanitos verdes y panteón Rococó, por ejemplo, el Ska, el Rock Pop y el Rock Urbano dominaba en todos, y yo imaginaba ser el que tocaba las claves y hacia el coro en las canciones de Oscar Chávez y su trío “Los Morales”.

Escuchar esas melodías en las que a veces parecía llorarle a la desesperación, consolaba e inspiraba, me fui inspirando en su mirada, en sus tantos tangos alegres y en su prosa alentadora que hacía creer que ninguna otra sombra amenazaba nuestros años, más que los típicos miedos promedio de la soledad momentánea.

Y su dolor era nuestro dolor y flores negras, un himno y los años de Macondo era la conexión con el arte, degustar su música era comprobar la paradoja de la música que consuela mientras te entristece y te fortalece mientras aceptas que todo es finito, hasta las lágrimas (alguna vez).

Creemos que los cantantes verdaderamente especiales sobrevivirán a todas las tormentas y a todas las catástrofes y a todas las generaciones.

Cuando ingresé a Radio Núcleo, yo me atrevía a programarlo 3 a 4 veces en una hora en la estación clásica número uno de Chiapas "La Tg".

Óscar Chávez fue nuestro Silvio y nuestro Pablo y nuestro Aute y el mejor Quijote de todos.

El Covid 19 se está viendo muy agresivo...nos quita los trovadores de aquella vieja Guardia, de la que fuimos herederos.

Fallece nuestro cantante este 30 de abril de 2020. Alguien bien dice que el siglo fenece y a riesgo de que la despedida vaya también incluido el epitafio propio.

Diciendo: "el mundo entero si me mandas, te lo pongo de otro modo".

Antes de que nos olviden coloque el estribillo de su preferida canción del maese....

¿Cuántos hoy son los huérfanos?
Cuantos creen que el futuro tiene mieles musicales que nos haga olvidar a #OscarChavez

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