Lapsus es un término latino que puede traducirse como «resbalón». El concepto se utiliza para nombrar a la equivocación o la falta que se comete por un descuido. No todos responden de la misma manera, algunos sienten exagerada vergüenza, que migran con dolor, frustración e ira, del lugar donde cometieron la equivocación.
Yo siempre creo que es divertidísimo equivocarse, mientras que
no se ponga en peligro nuestra integridad. Es más siempre es un buen material para
la narrativa.
Una noche acompañaba yo a un conocido a una visita a un
vecino, el vecino sacándome plática me habló de sus dolencias, y que requería
una asesoría médica, a lo que yo dije que estaba incapacitado para eso. - ¿Cómo
no es usted el Doctor Romano?, ¡Ay si es cierto!, no es – dijo, “Son tan
parecidos hasta en el peinado y el bigote” – con razón no quería recetarme nada
para mi dolor.
Ahí se acordó de la siguiente anécdota:
“Me informaron del fallecimiento de mi compadre en Amatenango.
Se cayó del caballo, pero no murió luego, sino que tuvo una larga agonía, en fin,
que me avisaron temprano, pero como es la costumbre uno llega a dar el pésame
hasta la noche. Le dije a la Chana, mi mujer, mirá pasaremos a comprarle algunos
víveres y comestibles, para lo usen en el velorio o los rezos.
Llegamos ya noche, y mi preocupación era ¿En donde nos
quedaríamos?, pero como tenía tiempo que no iba yo a verlo, las cosas habían
cambiado, las calles, la arquitectura, todo, pero más o menos me orientaba,
aunque ya era de noche. Le dije a un niño que salía de una tienda, - oye, donde
están velando a un muerto-. El chamaco nos apuntó al final de una calle en la
orillada y allá vamos pues, la gente de tanta, ocupaba unos lugares afuera,
sobre la banqueta y la calle, bajo una media carpa que cubría del sereno.
Le dije yo a mi esposa, anda a dejar esto a la cocina, y ves
si está la comadre ahí le das el pésame, yo mientras espero acá afuera, pero
íbamos a esperar y a quedarnos toda la noche, porque ya no había transporte de
regreso para acá. Y era una morraletona,
donde llevaba un poco de todo, panela, galleta, frijoles, aceite, vasos
desechables, latas de sardina, estaba bonita la despensita.
Miré a los dos
extremos de mi lugar a ver si conocía yo a alguien, pero ninguno me era
conocido, pensé, tanto tiempo que ya tengo de no venir, ya habrán crecido los
chamacos, o bien como mi compadre era muy popular vinieron muchos a
acompañarle, gente que yo no conozco.
Cuando vino mi esposa, me dice, oye no hallé nadie conocido
en la cocina, de todas maneras, lo entregué ahí con unas personas que están en
la cocina. Le dije siéntate pues, vamos a esperar. Pero pasaban los minutos y
nada que mirábamos a algún conocido, y ya, iban a empezar con eso de la
rezadera, le pregunté a uno que estaba a mi lado – Y ¿habrá sido muy lenta su
agonía de mi compadre?.
Y me dice - ¿Era su compadre el muchacho?, le dije yo, - Muchacho,
muchacho ya no estaba – Pero si tardó en descansar, verdad - Creo que no,
¿porque un balazo en la frente no da tiempo de agonizar? – ¿Como un balazo en
la frente?, ¿Qué no se cayó del caballo entonces? -No, aquí es el del balazo,
ese del caballo es al otro extremo del barrio- Yo miré a mi mujer un poco con
prisa, y le dije, Ay, ni sabés que, vuelve a la cocina, y pide lo que trajiste,
o si ya lo destaparon, pide que te den, aunque sea la mitad. No es aquí, acabo
de darme cuenta, es pa otro lado, vieja vamos ir ahorita. Salimos de ahí, agradeciendo a todos en
silencio, pero no hallaba yo donde poner mi cara de vergüenza”.
Celebramos la plática, al final decidimos despedirnos, la esposa
que no estuvo presente, salió para despedirnos, mientras avanzábamos, dijo
ella, - ¿Cómo permitiste que se fuera tan rápido, si yo el lunes voy a ir a
verlo, le hubieras hablado, para que me pase rápido? –Yo también creí que era el
médico, pero no es, - ¿No es?. – No. – Tal vez si era y no quiso recetarte nada
gratis.