Los zompopos de mayo que ahora salen en junio.
El exquisito manjar que una vez al año probamos en
Motozintla, es una hormiga con alas. Se espera con ansias, las primeras lluvias
fuertes, antesala de su cosecha.
El zompopo más que un alimento es un antojo, una botana.
Para su recolección hay que ir a los nidos, o esperar en el poste de alumbrado
público de su preferencia.
Si se va al nido, hay que tener valor y paciencia, las
hormigas salen desde primeras horas del anochecer hasta el amanecer, lo hacen
con lentitud, mientras uno está velándolo en el boquete para agarrarlos. La
dificultad mayor son los piquetes de las hormigas, unas de mayor tamaño, sus
defensoras y guerreras que muerden tan fuerte que desprenden pedazos de ropa, plástico
y piel.
Si estamos en el poste de luz, hay que asegurar que no haya
flujo vehicular que nos impida recolectarlos, una vasija con agua para ir
depositándolas ahí, a fin de que no levanten de nuevo el vuelo.
Además del exquisito sabor, el ritual para su recolección es
trascendente. Algunos llegan tarde al trabajo y los niños incluso se toman el
día libre para reponer fuerzas del desvelo. Yo, en la secundaria lo hice, fui
al nido y viví la experiencia de brincar de dolor y gusto, dolor por las
mordidas de las hormigas, gusto de saber que tendría más tarde la recompensa.
Recuerdo que lo llevaba a la escuela y no importara que sus
residuos adornaran mis labios y mis dientes, ¿Quién me quita el placer de su sabor
en mi paladar?
Y la primera pregunta para abrir conversación al día
siguiente es ¿Agarraste zompopo?, ¿Cuánto agarraste? ¡Tu si te valeaste!... así
se recreaba las anécdotas divertidas de haber invertido tiempo en su cacería.
Recuerdo también que como la mayoría de las casas tenían
techo de lámina, ahí se estrellaban y con el ruido que hacen, la gente se levanta
con prisa a atraparlos, algunos dejaban los focos encendidos en su patio, o
bien usaban la escoba y agua para barrerlos en la banqueta, después lo espurgaban.
El zompopo se come, pero también cuentan que tiene propiedades
curativas, vitaminas, antioxidantes, minerales, lo ignoro y creo que todos lo ignoramos.
Sigue siendo el mismo ritual, aunque es escasa la producción
ahora, supongo porque no hay lotes baldíos o patios de piso de tierra.
Mis hijos me piden ahora que ponga la alarma y adormilados
les llamo a las 4:30 de la mañana para ir en su búsqueda. Adoro verlos con esas
pequeñas manitas intentando atrapar al por mayor las hormigas que agitan sus
alas en el pavimento.
Mi mamá que es de verdad un buena zompopóloga, hace sus
caminatas a las afueras de la ciudad y descubre en algunas calles los nidos, de
ahí va acompañada o sola a recogerlos, hoy me tocó ir con ella, juntamos entre
los dos, un litro. Así se mide el zompopo por litros acá.
Es un gran ejercicio, cada zompopo recolectado es una
sentadilla.
Ahora estoy tomando un suero vida oral, para reponerme.
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