Parece que va a llover
Habían hecho una exploración fotográfica durante la mañana,
era hora de volver, cada uno en su motocicleta. La carretera era blanca…no
amarilla… no anaranjada. ¡Si! anaranjada como los lentes que llevaba Joaquín.
Era mediodía y habían gastado las pilas de sus cámaras
fotográficas.
Joaquín sintió sed, pero no dijo nada, se lamió los labios y
encontró el sabor a sardina de lata que habían comido recientemente.
Algunas veces se adelantaba Eduardo y otras Joaquín, pero
siempre estaban buscando coincidir., como los actores en la película aquella
donde cantan “Parece que va a llover, el cielo se está nublando…”. Pero no, no
iba a llover, el sol caía a plomo.
En los oídos de Joaquín se había tatuado una música extraña,
era una música de fondo proveniente de algún lugar. Vio las montañas y al
instante escuchó que Eduardo dijo, —Estas montañas he recorrido yo con mi moto,
una carabela 110, de los años ochenta. Me da gusto que nos estemos acompañando
ahora en este 2025. Hicieron un alto, se dieron la mano y continuaron.
—En cuanto lleguemos nos tomamos un refresco. Pronunció
Eduardo.
«¿Qué cambios habrán tenido estas montañas en cuarenta años?»
pensó y la música se intensificó. Eran violines, le estaba comunicando paz y
por momentos ansiedad. ¿Se preguntó que
pasaría si en vez de acelerar con la mano acelerara con los pies?, ¿Habrá motos
en las que se aceleren con el pie, como las motos acuáticas? Al instante
recobró conciencia, había transcurrido uno o dos kilómetros sin estar
consciente, las ruedas estaban girando, había estado haciendo los cambios
adecuados, iba y no iba, estaba atento y a ratos ausente al camino.
«¿Por qué me estoy desconcentrando?», pensó. La música
cambió de ritmo y se acordó de aquellos años en que tuvo tres amores a un mismo
tiempo y a riesgo de convertirse en cuatro, solo que el último no alcanzó la
importancia. Imaginó la pantalla dividida en cuatro extremos, izquierdo
superior, derecho superior, izquierdo inferior, izquierdo inferior. En uno de
ellos estaba Fanny que le había dicho, voy a esperarte siempre, tu siempre
serás mi papito, así le decía, decirle papito era una señal de amor erótico. En
otro cuadro, vio a Marisa con sus pelambres rubios de espalda sobre una
embarcación el horizonte se acercaba en un zoom, le hablo diciéndole, “Qué
bueno que no te fuiste”, pero si se había ido, no se había quedado con ella, hacía
tiempo que habían concluido su relación sentimental. En el otro cuadro, los
papás de Angie, le estaban diciendo “si es tu elección quédate con él, pero que
se haga responsable, el asunto es mediante matrimonio”, y en el último estaba
él llegando a una ciudad sin saber a quién de las tres ir a ver primero.
Pero nada de eso era real. Él seguía sobre la moto
conduciendo con extraña estabilidad, pensando «¿Por qué es necesario la cadena
pensó, podría darse la ocasión que fluyese y las ruedas rodasen solo con la
energía del pensamiento»?
Encontró a Eduardo a una distancia cercana, se detuvo. Levantó
el visor de su casco para escucharle.
—¿Qué tal estuvo el
viaje?
—¡Alucinante!
Descendió de la moto y la música cesó por un momento. Caminaron juntos a la refresquería.
#EsdrasCamacho
23/03/2025
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