No era para siempre eso hoy lo tienes claro. Piensas cuando
te ves convertido en mayor. ¿Me ves de repente algunas veces?... ¿Qué piensas?
¿Cómo te me imaginas?
Aquellas tardes en las que te pasabas viendo el techo,
mientras las luces de la tarde proyectadas
desde la ventana, evolucionaban de amarillas, naranjas, celestes, purpuras, azules
y negras, mientras ocasionalmente llegaba la lluvia y era el escenario perfecto,
tú con los brazos en cruz sobre tu cama, oyendo “Rides of the storm”.
Tuviste veintiuno, luego llegaron los veintitrés, los veintisiete,
los treinta y tres y los cuarenta están pasando muy bien. Alivianado ¿verdad?
Debo reconocerte, decir que te han salido bien las cosas,
que me estás dando una lección a mí, tu yo de joven, ese que no veía con
nitidez tu futuro, ni el de nadie.
Si, nihilista te queda muy bien, no anarquista, más que creer
que hay algo injusto, es mejor no creer en nada. Por Dios, cuanta imprudencia,
cuanta inconformidad, cuanta desobediencia.
¿No te acordabas?
Quisiera decir que te costó hacer amigos, pero no es cierto,
tienes varios y muy buenos. Pero en aquellos días, tu mirada lapidaria
cercenaba de raíz los hipócritas, los cretinos, si es cierto te golpeaste
algunas veces, pero accidentalmente, porque vivir es estar en un eterno trampolín,
algunas veces logras hacer una pirueta circense que merece los aplausos y otras
sales volando al vacío.
Eras retador, insoportable. Elegiste de todos los caminos el
más espinudo, que manía esa de elegir lo insospechado. “no quiero cometer los
mismos errores de todos” pronunciaste con soberbia, y tu interlocutora te
aterrizó diciendo —No quieres cometer los mismos errores de los demás. Quieres
cometer otros. —Sí, así mismo.
Tu falta de visión, ambición, tu falta de disciplina, tu
personalidad sinvergüenza. Cuantos desencuentros te hubieses ahorrado, con un
tantito de mesura y prudencia. Te gustaba decir de ti mismo que eras un caballo
desbocado y solo la soledad te daría sosiego… y ciertamente así fue.
Aquella frase que alguien pronunció diciendo “la juventud es
una enfermedad que se cura con el tiempo”. Déjame decirte hoy, ¡Cuanta salud tienes!
¡No sé cómo lo hiciste!, pero te salieron bien las cosas. ¡Eres
lo mejor que te ha pasado!
Seguramente es satisfacción lo que experimentas hoy al verte
a ti mismo convertido en ese que ves. Quizás seas mayor.
Quizás tengas futuro que contar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario