¿De que no quiero hablar?
No quiero hablar de las preocupaciones.
De las vidas que no tuve, ni tendré.
No de responsabilidades, arrepentimientos, mortificaciones
No hablaré de la rutina, de la arrogancia ajena, de mis
heridas internas.
No del pasado nostálgico, no guardo las ideas porque no las
tengo.
No de ellas, las punzadas vividas.
No de reyes, ni reinas, fantoches, pueriles.
¿De que más no quiero hablar?
De lo decepcionante que he sido para varios
De mi formalidad en los años presentes.
No de la escuela, ni de ninguna otra cosa semejante.
Ni de mis influencias, malas compañías, no de mis secretos –Porque
no tengo–
Ni estadistas, astros, comentaristas.
Ni de reencarnación o trascendencias.
Ni límites, ni fronteras.
Un tranvía espera por nosotros.
Mientras nos distraemos.
Las llamas del arte están encendidas
Yo no quiero hablar más que de eso
De lo eternos que nos creemos y que no somos.
Descartamos por trivial, aburrido y desesperante.
El frío que nos habita y la ternura del polvo.
De eso quiero hablar.
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