El año 2020 fue de conmoción para la humanidad.
La oleada de infecciones cardio respiratorias proveniente de
un país asiático, llegaría a todo el mundo, en forma de pandemia. Autoridades
científicas que declaraban estar ante un ensayo del fin del mundo.
Las escenas pesadillescas donde se veían hombres ataviados
con singulares trajes impermeables de protección del cuerpo depositar diariamente,
decenas o centenas de cadáveres de víctimas contagiadas, en fosas
comunes.
A nivel mundial a fecha de 8 de agosto de 2023. Hasta ese
día se habían contabilizado aproximadamente siete millones de muertes debidas
al virus, de las cuales 5.272 ocurrieron en China, lugar en el que se originó
el virus.
La gente bajo encierro, las calles vacías, empresas en quiebra,
comercios cerrados, angustia y pánico, el mundo en zozobra, era el panorama. Se
habían prohibido los besos, los abrazos y lo saludos de mano.
Al ser una enfermedad nueva, se cometieron errores y malos
diagnósticos. Aumentó la demanda de respiradores artificiales, pacientes con pulmonías,
eran confinados con los demás, de todas formas evolucionarían hacia el mortal
covid-19.
Tuve conocidos que, de solo pensarlo, sin haber padecido los
síntomas, fallecieron infartados.
Estar vulnerables ante el covid-19 era como estar ante un
inminente incendio de tu hogar, demasiado ingenuo no tomar medidas, ante la
emergencia.
No hubo opción, o te vacunabas o eras señalado de enfermo,
terrorista. Se sospechaba del otro, se desconfiaba del contacto visual incluso.
Por eso Vicky, y yo nos vacunamos, en el 2021.
“A mediados de marzo de 2023 más de 5.500 millones de
personas -el 71,3% de la población mundial- ya estaban vacunadas con al menos
una dosis”.
Fuente::https://www.rtve.es/noticias/20230313/vacuna-coronavirus-mundo/2073422.shtml
Voces de connotados intelectuales, divulgaban en menor
proporción las consecuencias de la vacuna incluirían un microchip 5G que
permitiría el monitoreo individual desde dónde hemos estado y con quién, hasta
la temperatura de nuestros cuerpos.
Lo hicimos y nos sentimos parte de “los elegidos”, porque
incluso para regresar al trabajo, se nos pedía el certificado de vacunación.
La evidencia no científica,
distinguía que varios de los vacunados, fallecían, aún con la vacuna. La
paz no llegaba. Lo que llegó fue el olvido.
Pero la enfermedad no descansa y vuelve a amenazar en el
2024 a la humanidad.
Si hay efectos secundarios por la vacuna, o no los hay. Será
lo que será. Estamos de un lado, bifurcados por la élite.
Reflexiono: No hay un único fin del mundo, hay muchos.
Todos los días para alguien es el fin del mundo.
Si de algo hay que ocuparse antes del fin, es de vivir. No
lo vea con tintes melancólicos, haga su lista de cosas por experimentar antes
de partir.
Cuídese, sí, pero
también disfrute. El miedo mata más que la enfermedad.
Antes de partir. Disfrute.
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