No existimos sin la mirada del otro. Nos mata la indiferencia, el olvido. Por eso el arte es importante. El arte es la pluma del ángel de la piedad que nos cae en las manos y nos sorprende.
Uno de los recuerdos más fascinantes que conservo de mi
breve estancia en Tuxtla Gutiérrez es la amistad con Maux. Las tardes en que,
acomodado en su diván, veía cómo sus inseparables gatos y perros rondaban la
sala o se acurrucaban en mis pies y pantorrillas, mientras leía hojas de
periódicos atrasados de “El País”, saltándome los titulares de política y
deporte para alcanzar la sección de cultura y degustar profundas crónicas o
entrevistas a filósofos, cantantes, cineastas y escritores, entre otros. A
través de la ventana se filtraban los débiles rayos crepusculares y el
reverberante trinar de los zanates en los árboles de la avenida central.
Esperar la conclusión de esas prolongadas lecturas, haciendo
un silencioso acompañamiento, interrumpido solo para servirnos más café,
encender un cigarro o dedicarnos una mirada; ese instante irrepetible está
nítido, lucido y vívido en mi memoria.
Entre “buenas” y “buenas noches”, cambiar de lectura, de
bebida o de actividad... ¿Qué más quedaba por hacer? Charlar, ver una película,
destapar un vino, comer algún bocadillo, salir a caminar, ir a una
presentación, conocer a más gente.
Dejé Tuxtla en el año 2021, pero allí se quedaron varias
amistades: locutores, maestros, poetas, brillantes fotógrafos, escritores
laureados, filósofos urbanos, personajes de novela y de cine; todos artistas.
Y cada vez que podía, volvía a casa de María Auxilio, en
aquel domicilio donde permaneció muchos años, en la avenida central, entre las
calles 14 y 15 oriente. Siempre me atendió como a un hermano; a veces llegaba
debido a intermitencias y despropósitos de las rutas de transporte a deshoras
de la noche, pero siempre fui bien recibido.
Recuerdo que me ha contagiado su forma de vivir,
proveyéndome de lecturas, recomendándome películas y compartiendo unos CDs de
Real de Catorce, Leonard Cohen y La Cabra Mecánica. Es un arsenal de cultura;
una charla con ella es como una clase de posgrado.
Entre las muchas fotos que me han impactado (ella tiene un
arsenal de imágenes de sus recorridos por los cinco continentes), hay una de
ella misma en un fondo negro, en posición de suplicio, desprendiéndose un
corazón chorreante de sangre de la caja torácica y entregándoselo al
espectador.
Hace un año, nos fuimos de tour por las cafeterías de San
Cristóbal. Estuvimos en el parque central, tomando el sol, cuando se acercó un
artista callejero a vendernos unas postales y nos habló sobre la técnica de la
composición, la iluminación y el revelado de una buena fotografía. Ella y yo,
incólumes, lo escuchamos con atención. Le pagué al artista y, con María
Auxilio, nos quedamos mirando mutuamente, riendo a carcajadas: “Si supiera que
nosotros hemos dado clases de eso que él nos explicó”, y nos mantuvimos un buen
rato allí, admirando el paisaje urbano que transcurría con aparente
tranquilidad, hasta que fue hora de ir a comer, entonces nos fuimos por unas
kombuchas.
El pasado 29 de noviembre de 2025, fue reconocida por el
Gobierno del Estado de Chiapas junto a Maruch (María) Sántiz Gómez con el
galardón Carlos Jurado, y me llena de felicidad que se le reconozca, que su
arte siga inspirando a muchas generaciones. Te envío mis afectuosísimos
saludos, Maux.

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