jueves, septiembre 21, 2023

El Sillón


 A simple vista parece un sillón para el descanso, pero puede tener otros usos: Un Sillón. 

I

En un sillón de un fino ajuar, que el papá de la dueña del departamento compró para semiamueblarlo, fui acariciado largamente por Magda, entrecruzaba sus dedos por mi cabellera, mientras yo me hacía el dormido. Así pude escuchar su pena, que le contaba a su mejor amiga y dueña del departamento: no podía sino entregarse a su primer y único novio que la había convencido de ser posesión suya. Era yo solamente un “Boiler”, el que le hacía hervir todo su jugo, para que alguna vez, el otro se la comiera. 


Me “Despertó” y nos fuimos al suelo de una habitación sin muebles, ahí fui recompensado por la espera, nuestras olas de mar trepidantes, se encendieron y apagaron, y no pasó lo que yo quería, pero sabía que eso no sería. 


II

Tras un sillón, de esos que se heredan, y aunque son viejos, roídos y deteriorados, se conservan por amor al significado sentimental que guarda para la familia fui ocultado, la noche en que Sofía que vivía sola de lunes a jueves, recibió a sus hermanos como huéspedes en el departamento con paredes en obra negra, que rentaba en el centro de la ciudad. 


- “Aguanta todo el tiempo”, dijo. “Pasaremos a la segunda planta y allá cenaremos, cuando sea la hora de dormir bajaré para estar contigo”. 

Mi alma disciplinada solo para el amor, aguantó sin zozobra, la espera. El final me iluminó la oscuridad, acurrucada a mi lado, estuvo tres o cuatro horas ya cerca de la madrugada. 


Por la mañana, uno de sus hermanos bajó por agua, y abrió el refrigerador que estaba cerca de donde estaba el mueble que fue mi escondite, y me dijo: “¿Te va a hacer daño el suelo, porque no te subes al sillón?... te vimos al entrar, solo nos hicimos pendejos para que mi hermana no se sacara de onda”.  

III


Luego de sorber y lamer con intensidad los pechos y los labios de Irene, escuché su promesa “yo, contigo me he de casar”. 


Envueltos en el abrazo más cálido, nuestras sombras danzantes en plena vigilia, se acomodaron en un sillón de madera sin cojines, en la que solo una frágil envoltura de lo que había sido una colchoneta, cubría la dureza de los tablones, amortiguaba el peso de nuestros cuerpos. Afuera todos andaban enfiestados en su noche patriótica.  


De eso han pasado quince años, y el sillón se ha convertido ahora en aparador de prendas nuestras prendas.  


¿Verdad que un Sillón puede tener otros usos?.  


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