lunes, septiembre 06, 2021

El Masaje y sus beneficios.

 



Tuxtla Gutiérrez 

Septiembre de 2021

 #OdiseasPosmodernas

Crónica de una visita a clínica AntiEstrés


Primero hice la llamada, no, primero busqué en Facebook, la publicidad (Ahí publican todo), estaba de viaje de negocios en Tuxtla Gutiérrez, mi encomienda había terminado pasada las once de la mañana. 


El tiempo en la ciudad se parece a las arenas del desierto, cuando quieres avanzar se camina con lentitud, pero ahora y sobre todo porque había despachado el asunto en menos de lo esperado, tenía tiempo de sobra. 


Busqué una clínica de masajes, entre las ofertas elegí “el descontracturante”, el nombre del masaje me quedó clarísimo la vez en que una terapeuta de rehabilitación física me hizo sentir los beneficios de descomprimir los nervios que, debido al estrés forman un nudo. El masaje vale cerca de cuatrocientos pesos, pero es una buena inversión. 


La voz del otro lado del auricular sonó limpia y profesional,  su estilo medianamente formal, preguntó ¿Qué masaje requería?. Yo pregunté duración y categorías, así como precios… deportista, hindú, uno anti-estrés y descontracturante, sin dudarlo elegí el último, me preguntó si podía llegar en ese instante y me envío la dirección a través del google maps. 


Al llegar a la dirección  comprobé la fachada, portón blanco como de garaje, adentro había una sala de espera minimalista y tres señoritas con camisas de esas tipo “filipinas”,  atendían la computadora, la más cercana me ofreció una botella de agua y preguntó mi nombre completo, la misma persona me condujo hacia la sala de masajes que era una habitación con una división de una pared de mampostería, observé todo a media luz, se compartía el aire acondicionado, la música y el aroma de los inciensos. 


Acercándose a mi oído me sugirió que evitase hablar en voz alta, “yo, le iré diciendo lo que desee saber, para un mejor servicio, todo en voz baja por favor”, su cercanía me pareció poco profesional, tomando en cuenta que yo había ido a una clínica de renombre.


-“Deje su ropa acá, si gusta”. Dijo. Gaby, la masajista. 


Obedecí, sin ver bien donde quedaba, y un sonido de llaves cayendo al suelo, me hizo tirar la carcajada. 


-“Sshhht, ya le dije que no podemos hacer ningún ruido”. Volvió a decirme con un susurro. 


Embadurnó mi espalda de un aceite de aroma raro; para cuando puso sus dedos en mis homoplatos, supe que no tenía ninguna experiencia en masajes terapéuticos; aun así me hice el desentendido, pues tampoco puedo pedir excelencia al primer síntoma de descuido. 


- “Caballero, si gusta puedo ofrecerle un mejor servicio por una mínima superior a la que usted pidió”

- “¿De qué tipo?”.Pregunté

- “Por 500 pesos, si gusta le hago el masaje hindú donde yo estimulo sus partes íntimas superiores, hasta que alcance la eyaculación y por 700 me quedo en ropa interior y por mil pesos, me desnudo y usted puede oler y tocar todo lo que quiera”. 


Su bisbiseo había sido poderoso pero incierto, le pedí que me repitiera todo. 


- “pero del otro oído”, le dije.  “Pues este primero no me funciona muy bien”.

- Le estaba diciendo que le conviene subir de nivel, yo le haré su masaje descontracturante que solicitó, pero por 500 pesos  le masajeo el glande y sus testículos, por 700 yo en ropa interior y por mil pesos, me desnudo y usted puede tocar lo que guste”.  


Supuse que esta actividad no saldría bien, sobre todo porque yo estaba buscando solo un buen masaje muscular, nada exótico, eso lo tenía muy claro. 


- “No Gracias, está bien solo con el masaje descontracturante”. Acoté

- “¿Pero por qué, no le gusta, no ha probado el masaje hindú”. Insitió

- “No, pero por ahora no”. Dije. 

- “Cómo puede saber si no lo ha probado, anímese le va a gustar”. 


Dejé que pasaran unos segundos más, mientras ella con sus pulgares en mi espalda no sabía qué hacer, quise que interpretara mi silencio. 


-- “Entonces, no”. 

-- No 


De nuestro último dialogo saqué en conclusión que este es el modus operandi de esta clínica de masajes, no saben hacer masajes, más que el erótico, y si saben cobrar. 


Le pedí que interrumpiese su actividad, ella quiso “inocentemente” saber la razón, y respondí que no sabía masajear, que podía hacer cualquier cosa, menos eso, y que así estaba mejor, dejando todo ahí. 


Cuando recogí mis cosas no hallé mi segunda calceta, me vestí y sin hacer bien el  tejido de la cuerda de mis zapatos, atravesé la sala de espera, donde ella con la mirada avergonzada me dejó salir, sin preguntas. 


Pensé: “¿Así serán todas la clínicas de masaje de Tuxtla? Iré a comprobarlo, y enfilé mis pasos hacia el Libramiento.  



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