Estuvimos en la glorieta del Ángel de la independencia en la ciudad de México, el sol declinaba y provocaba unos arreboles de ensueño. El sitio estaba concurrido, mi hijo se paró en un poste de luz a un lado de un paso cebra y me dijo tómame acá unas fotos. El estilo que tiene para posar es esa de estar volteado al horizonte sin dar el rostro. Le tomé alrededor de seis fotos algunas con flash.
Estamos en eso, cuando aparece una mujer pequeña con falda, suéter, boina y cubrebocas negro, a espetar una retahíla de reclamos, diciendo —No quiero salir en su foto, bórrela, enséñeme ¿Por qué toma fotos acá?, a ver, no quiero que vaya a subir a sus redes o a cualquier otro sitio mi rostro. Al decirlo iba acrecentando el énfasis de sus reclamos. Yo me dispuse a ignorarla, pero mi hijo le puso todas sus atenciones, lo que me hizo sentir obligado a mostrar educación y enseñarle la pantalla de mi cámara a esta desconocida e irracional mujer.
Ella estaba acompañada de una mujer mayor, vestida casi igual, sin cubrebocas. La segunda exclamó “Se la compro”. —Ningún comprar— exclamo la primera y, yo respondí –Yo no vendo fotos, yo le tomo fotos a mi hijo y al paisaje. Lo demás es obvio. Ella no entendía la explicación. Suponía supongo que para tomarle fotos debía poner una franja con la leyenda no pasar, o unas señales de vialidad interrumpida, o que yo fuese a la madrugada o medianoche, cuando nadie está caminando.
Siempre estoy buscando que mi espíritu esté en reposo y complacido, no le di importancia y le enseñé la pantalla, pero ella no alcanzaba a verla y dijo —No miro oiga. Y solo respondí —¿Qué quiere que yo haga?
No he sido nunca partidario de la confrontación verbal, volví a mi rutina haciéndome a un lado y dejándola con la palabra en la boca. Ella enfurecida siguió amenazando —No la vaya a subir, no quiero verla después en algún lado, porque entonces sí, le advierto que puede meterse en problemas. Mire que, si no obedece, voy y llamo a la policía. —Vaya pues acá le espero—Dije. Rabiosa porque no había logrado que me sobresaltara. Se alejó diciéndome: –Regrésese a su país.
Me reí en mis adentros —jajajajaja. “Regrésese a su país”. ¿Pos a que horas salí?.
La segunda señora que también tenía lentes, me dirigió una última mirada, que revelaba que tampoco se había enterado del todo, el motivo de la frustración de la otra. Nadie más se dio cuenta, solo mis hijos y yo, atónitos, continuamos nuestra aventura, sin que nos alterase.
No tengo fotos de ella, porque nunca le tomé fotos, solita lo pensó a ver los destellos del flash.
Por supuesto es un momento incómodo. Pero intento a cada paso mantenerme en un estado de estoicidad.
La policía estaba a una cuadra, vigilando el orden, no el desorden.
¿Qué hubiera pasado en esa circunstancia siendo yo distinto?... Quizá me hubiese levantado a gritonear en mi defensa, se hubiese hecho un escándalo, quizá viral gracias a los que graban todo con su celular. Yo hubiese insistido en su condición de demente y ella podría haberme señalado de agresor. Ambos, quizá ella más hubiese tenido sus cinco minutos de fama, como la nueva LADY. “LADY NOMETOMES FOTOS”.
Yo salí de la calle con mi familia buscando momentos recreativos, y ella salió a ver quién le bajaba el PH.
Al irse, nos quedamos sin rumiar el asunto, se trata darle NEXT a las incidencias de la estulticia urbana. Nos hicimos unas fotos bellísimas que pronto mandaré a imprimir.
Es todo.