jueves, marzo 31, 2016

Priscila II



Priscila reapareció… eso era lo único que logró hacer que desatendiera mis intereses en la tarde familiar, intenté no evidenciar mi desazón, mi prisa, mi otro interés: el de estar en dónde ella me lo pidiera.


En ese lugar tan recóndito que elegimos  con unos colegas para practicar fotografía de paisajes, a mitad del camino sonó el celular y era ella; respondí aún sin saber si no estaba equivocándose.

 -“Voy a tu ciudad me encuentro en el intermedio, “¿dónde estás?, necesito verte…sólo quiero hablar y que  me escuches”.

-  Estoy a una distancia considerable, pero si me haces tiempo te veo ahí a las siete.

- Por favor te apuras, si no estás a esa hora, tomo el primer taxi y me regreso… ¿verdad que no te olvidarás de mí?.

- Cuenta con ello, te veo ahí mi vida.


Colgué y enseguida me dejé llenar de adrenalina, también incertidumbre, ¿en qué condiciones quería verme?, ¿Cuáles eran las circunstancias que la hacían hoy querer verme con urgencia?, ¿Conseguiría ir más allá de las palabras hoy?.


Sabía la imposibilidad de tener un romance duradero con Priscila, no era yo libre… ¿y ella? .

Priscila era en los años en que ambos estudiábamos la universidad, una chica trabajadora, luchona y comprometida con un empleo de medio tiempo en la oficina en donde yo daba mi servicio social. Admiraba su elegancia y su estilo, me inspiraba tanta ternura y me enamoré sin poder nunca expresárselo. Mi límite fue el dinero ¿cómo lograr una cita si ni para el colectivo tenía en ese entonces?.

El episodio reciente y que nos puso en peligro a ambos cuando a través del Facebook me contactó luego de diez años  sin sabernos; agendamos  una cita y nuestra charla fue amenazada e interrumpida  por su marido furibundo en el bar justo cuando comenzábamos a beber la primera de las seis cervezas ordenadas. Pero ya me había puesto al corriente de los conflictos con su pareja.

Luego de eso ya no retomamos la comunicación. Preferí aplicar el dicho “más vale que digan aquí corrió, que aquí expiró”.  Nos enviamos de vez en cuando un saludo en el Facebook o el whatssap, pero nunca profundizamos, pretextando estar muy ocupados.

 Pero ¿Qué habrá pasado en el presente paralelo a ese momento congelado en que se interpuso el marido furibundo?.  Mejor dicho será que ya había logrado esquivar las cadenas que la aprisionaban, recordé su llamada: “necesito desahogarme y solo contigo podría hacerlo… no quiero saber nada, salí de casa sin mucha ropa y no sé si suficiente efectivo”.

Naturalmente el dinero no era un problema, yo me haría cargo de sus gastos, el problema en sí era como pasar de las palabras a los hechos, cómo degustar de sus encantos que obnubilaron mi capacidad de concentración.

Volví de ese lugar y sin demora me despedí  de los conocidos, todos asombrados de que anunciara mi retirada.

Encendí el coche y quise que le salieran alas, en la primera de las vueltas de la carretera cuasidesconocida el auto patinó recordándome que no hay nada estable cuando hay grava suelta y velocidades altas. Una vez controlado, me precisé: “mantente a salvo de lo contrario no llegarás a ninguna parte y a ella menos”.

La velocidad con la que conduje fue estimulante, iba ensimismado recordándola, imaginando que aunque solo nos abrazáramos y besáramos valdría la pena, sería un manjar, un caramelito, un pedacito de malvavisco, sería un placer.


Volvió a marcarme a medio camino. Pensé ¿cómo lo hace?, porqué justo en los únicos lugares del camino donde puede encontrarse un poquito de señal de telefonía celular, logra hacer que mi celular enlace su llamada.

-          Ya estoy instalada en el hospedaje que me recomendaste… ¿ya vienes? Oye, no sé si traiga efectivo para hacer el pago.

-          Yo llego en menos de una hora, ya estoy en camino, mira por lo de tus gastos, yo me ocupo ¿ de acuerdo?.

-          Ok.

No aceleré más porque la orografía no lo permite y mi auto tampoco, pero ya estaba más cerca que a un principio de ella.


Iba viendo mientras conducía espectaculares paisajes que no fotografíe. Camas y cascadas de nubes arremolinándose sobre las montañas de la sierra, crepúsculos   que pasaban del dorado al cian y magenta, pero no quise detener la marcha, no era nada más importante que ella: Priscila.


Terminado el trayecto fui directamente a su habitación, toqué y le di el anhelado abrazo que sostuve hasta que un pálpito en mi bajo vientre anunciaba una erección. La solté pretendiendo no comer ansias ni mostrarme proclive a la voluptuosidad.

Se divorció hace tres años, no sé si ha tenido novio, ¿cómo no? Y dijo me sentí sola y quise agarrar camino, en realidad voy a un municipio un poco más retirado, pero como me quedabas de paso, quise saber de ti.

Con sutileza le hice saber mis deseos del encuentro de almas y cuerpos, de compartir la alegría de sobrevivir a las adversidades y de las necesidades humanas que hay que atender sino de manera continua, si con gente sana, educada y amorosa. Por supuesto yo en primera fila.

Me pidió dar un paseo en el coche.
 
-          Es difícil ser mujer
-          Me lo imagino
-          No quiero equivocarme
-          Cuando quieras búscame

Ya en el auto, planteé mi pasión vehemente, mi amor y mi ternura, mi manera de controlar mis instintos por respeto antes que todo.

Me escuchó largamente y no ocurrió más que eso. Al poco tiempo me dijo “Creo que te tienes que ir”.

Yo le dije, deja que desacelere mi corazón. 


Más tarde camino a casa pensé, tendré siempre esa suerte para con las mujeres…. O será que de plano me creo eso de que me enamoro del espíritu, más que de la carne.


25 de Marzo del 2016

Región Sierra “El Mariscal”