domingo, febrero 03, 2013

El sabor


Me invitaron a conducir un evento de belleza.


La tarde sucedió demasiado rápido, lo mejor era que ya había planchado la ropa que decidí usar para ese acto, y no es que estuviese nervioso, ya casi no pasa eso, por más que la gente se empeñe en lograr desesperarme con sus interrupciones, enmiendas a destiempo y encomiendas.

El sueño, los párpados cansados, la expresión facial insípida, un baño no ayudaría, aunque lo intenté, todo lo contrario lo empeoró.

Aún así, el show debe de continuar, y el show no empezaba, como todos los eventos, dicen una hora y comienzan otra, además de los contratiempos de todo acto público, masivo.

La tarea del conductor es delicada, pues puede que se vuelva el héroe o el verdugo o  quizá, el personaje al  que como brilla, le llueven halagos o mentadas de madre, si son mentadas, son exageradas, halagos poco.

Y en el intermedio, una de las muchachas que había roto la pista, la reconocí, porque unos minutos antes la ví bailando sensualmente con su acompañante, pasó por un costado, mientras yo en la penumbra observaba el baile de los chicos, me pasó la mano por la espalda, como si fuese un descuido o bien un apoyo para no caer, pues era obvio que estaba un cincuenta por ciento alcoholizada. cincuenta por ciento pienso yo, no sé ella.

Quién es o a que se dedica, lo ignoro, pero estaba acompañada por personas de apariencia descuidada.

Regresó y me dijo:
- ¿Quieres un refresco?
- Claro Gracias, respondí

Acudimos a la barra y se tomó la libertad de guiarme de la mano, yo no objeté, no estoy para eso, además no podía ser descortés, fuese la dama quien fuese.

Volvimos a donde me halló, yo con mi  coca cola, ella con su cerveza modelo.

- ¿quién crees que gane?, dijo
- No lo sé, respondí, .... yo solo conduzco, desconozco las opiniones del jurado
- ok, me gustaría que ganara la grandota. Aquí te dejo, no te invito a mi mesa, porque estoy con gente que podría no agradarte.  Me dio un abrazo, y dijo: Dios te bendiga. Al irse, me anotó su número telefónico.

Me gustó su ingenuidad y su cortesía, además de el gesto, se atrevió a invitarle a un hombre desconocido. Entre tanta gente me eligió para compartirme su inocencia. Asi lo interpreté.

Destapé la lata, sorbí dos tragos, degusté el sabor de el encuentro.
Fue lo mejor del evento.

No le marqué, no quise cambiar el rumbo de esa minihistoria. ¿para qué, si así me gusta?


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