lunes, enero 18, 2016

Y tú ¿Ya leíste hoy tu horóscopo?






No sé si exista el canon de esa mujer;  en la dicha de su madurez, sencilla,  elegante, formal y pulcra, su vestimenta  provoca únicamente respeto. Entre todos los detalles la puntualidad sobresale. Su risa abierta, su conversación discreta.

Empezamos por compartir lecturas políticas, ella mostraba interés Andrés Manuel López Obrador, yo sin saberlo  fui diciendo sí a todo;  pronto me hice amloista. 

Su rutina me hizo comprender una obsesión: mantener la imagen de mujer respetable y de muy pocos detalles que cuestionar.  Sus admiradores calladitos se verían más bonitos.

Tenía una mirada escéptica  e indagadora para todo lo que ocurría fuera bueno o malo a la vista de lo demás, alguna vez dijo de una compañera:  “Entre tonta, pendeja o ingenua, se lleva las tres”.

Me dio su amistad, me compartía de su desayuno, lo cual era una distinción que me colocaba como su íntimo. Un día que la sobremesa se prolongó, me invitó una taza de café la cual tuve que aderezar con más café, pues su intensidad no era la yo deseaba. Ahí  mostró su sorpresa diciendo: “¿tanto café, me parece dañino?.  No siempre es malo todo lo que parece respondí.

Antes de las diez de la mañana checaba su horóscopo; me bastó una hojeada para entender que podría ser interesante  interesarme en su punto débil. Leímos juntos un día y hablaba de atreverse a comer helado con un nuevo amigo en un lugar poco común. Así que me dijo, la oficina es un lugar poco común ¿no?.

El día siguiente fue más allá en sus confesiones:   “mi pareja nunca fue compatible sexualmente conmigo, nunca me lo sugirió el horóscopo y yo lo confirmo después de ventiun años de casada”.

El día  que no tuvimos internet en la oficina palideció, su ánimo fue opuesto al de los días anteriores, se notaba su miedo, su desazón. La tarde del tercer día, me ofrecí para llevarle en documento Word su  horóscopo y de paso el mío, le dije que copiaría y pegaría en un documento de texto de la página web que acostumbraba a leer. Recomendaba número de suerte color de ropa,  aroma, aficiones, posibles atrevimientos, amistades, días de humor positivo,  tendencias y compatibilidad sexual.

Fue bastante sencillo asociar mi signo al de ella. Me senté a su lado para esperar su reacción.

Me preguntó atónita: “¿cuál es tu signo?”. No satisfecha con  la novedad,  dijo: “¿Puedo leer tu horóscopo?”

Los días siguientes fueron intensos,  fue llevándome  repetidas veces a escenarios majestuosos en dónde solo su camioneta HUMMER pudo hacerlo, gracias a la magia  y la precisión del horóscopo, unimos nuestros sexos.





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