No sé si exista el canon de esa mujer; en la dicha de su madurez, sencilla, elegante, formal y pulcra, su vestimenta provoca únicamente respeto. Entre todos los
detalles la puntualidad sobresale. Su risa abierta, su conversación discreta.
Empezamos por compartir lecturas políticas, ella mostraba
interés Andrés Manuel López Obrador, yo sin saberlo fui diciendo sí a todo; pronto me hice amloista.
Su rutina me hizo comprender una obsesión: mantener la
imagen de mujer respetable y de muy pocos detalles que cuestionar. Sus admiradores calladitos se verían más bonitos.
Tenía una mirada escéptica e indagadora para todo lo que ocurría fuera
bueno o malo a la vista de lo demás, alguna vez dijo de una compañera: “Entre tonta, pendeja o ingenua, se lleva las
tres”.
Me dio su amistad, me compartía de su desayuno, lo cual era
una distinción que me colocaba como su íntimo. Un día que la sobremesa se
prolongó, me invitó una taza de café la cual tuve que aderezar con más café,
pues su intensidad no era la yo deseaba. Ahí
mostró su sorpresa diciendo: “¿tanto café, me parece dañino?. No siempre es malo todo lo que parece
respondí.
Antes de las diez de la mañana checaba su horóscopo; me
bastó una hojeada para entender que podría ser interesante interesarme en su punto débil. Leímos juntos
un día y hablaba de atreverse a comer helado con un nuevo amigo en un lugar
poco común. Así que me dijo, la oficina es un lugar poco común ¿no?.
El día siguiente fue más allá en sus confesiones: “mi pareja nunca fue compatible sexualmente
conmigo, nunca me lo sugirió el horóscopo y yo lo confirmo después de ventiun
años de casada”.
El día que no tuvimos
internet en la oficina palideció, su ánimo fue opuesto al de los días anteriores,
se notaba su miedo, su desazón. La tarde del tercer día, me ofrecí para
llevarle en documento Word su horóscopo
y de paso el mío, le dije que copiaría y pegaría en un documento de texto de la
página web que acostumbraba a leer. Recomendaba número de suerte color de ropa, aroma, aficiones, posibles atrevimientos,
amistades, días de humor positivo, tendencias y compatibilidad sexual.
Fue bastante sencillo asociar mi signo al de ella. Me senté
a su lado para esperar su reacción.
Me preguntó atónita: “¿cuál es tu signo?”. No satisfecha
con la novedad, dijo: “¿Puedo leer tu horóscopo?”
Los días siguientes fueron intensos, fue llevándome
repetidas veces a escenarios majestuosos en dónde solo su camioneta
HUMMER pudo hacerlo, gracias a la magia
y la precisión del horóscopo, unimos nuestros sexos.
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