martes, enero 05, 2016

Aquí no se puede fumar

Aquí no se puede fumar.



Llegaste hace 50 minutos; me propuse estar una hora en la alberca, pronto te metiste, igual que todos sin darte el regaderazo sugerido, que muy pocos lo hacen, eso de la higiene a ninguno convence.


Omar se sentó a la orilla, a ratos se paraba y caminaba quizá también quería platicar como tú lo hacías. Imaginé que esperabas que te abordáramos para hacer conversación, acostumbrado a no seguir convencionalismos, no quise molestar.


Mostrabas toda tu energía al dar dos vueltas sin respirar, dentro, fuera, por y en medio, tus piruetas dejaban ver tu fortaleza, tu juventud.  Volví a concentrarme en mi propio juego, ir de muertito y venir con brazadas aprendidas a muy temprana edad.


Algo murmurabas con tu amiga y volvías la mirada cuando yo fijaba la  mirada en ustedes, calculé sus edades, 25, nomás. Sus movimientos fueron volviéndose rudos desafiaban la gravedad y dejaban ver lo imponente de su figura, mujeres jóvenes robustas, defeñas.


Sentí el clásico golpe de temor punzándome en el centro del torax, o era el frío de la noche, el instinto del placer, o la amenaza de un peligro,  o el sopor de Juchitán a las ocho de la noche el último día de mi viaje de trabajo.


Omar debió volver a la habitación, no se bañó, ni quise platicar con él.


Mis plantas ancladas cuando el placer de tu cercanía preguntó boca a boca.

-          ¿Me das fuego?
-          Aquí no se puede fumar, contesté.


Insististe con energía:  "quiero fuego pero en la cama"



Ahora que por el pasillo a media luz caminamos de la mano, mientras chanclean las gotas de nuestros cuerpos, pienso en abrir la boca para decirte.


“Por favor no me pidas sexo duro, no ves que ya tengo treinta y ocho años”


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