lunes, enero 25, 2016

1994

1994


Tuve sexo por primera vez, y fue como en cualquier primera vez, fue a toda madre, fue con una centroamericana de 17 años, para ser más específico Hondureña. Desvirgarme fue toda una odisea, yo mentí que iría a dar mañanitas y por ello saldría a media noche, ella propuso que para estar seguros, antes de tocar la puerta a media noche, checara si la luz del baño estaba encendida  porque su marido no dormiría con ella; tenía dos casas,  esa sería la señal… con todo el temor del mundo verifiqué esa noche que la había dejado encendida lo que hizo posible el acto.


Esa noche pedí prestada la bicicleta de mi vecino, pues se me hizo una forma muy emotiva de asistir a la cita.


Las otras veces iba con uniforme de escuela, platicaba con mis compañeros de la escuela, llegaba por momentos, pero lo mejor era irme para donde mi conquista, que más bien era yo el conquistado, como dijo la canción TODO lo aprendí de ti.


Entre visita y visita, un medio día que dejé la bicicleta a la orilla de un sendero escondida entre el monte, previendo que no fueran a verme, me entretuve con ella y cuando volví en el lugar que dejé mi bicicleta tirada algún truhán se la llevó aprovechando la oportunidad, ese día no tuvimos sexo, yo volví a casa avergonzado, y lo peor,  sin placer.


En 1994 , supe por primera vez del efecto arrollador de los noticiarios, pues la gente no quería hablar de otra cosa, decían que el magnicidio marcaba un antes y un después en el escenario de la vida política de esta nación, murió el candidato ideal de México, el 23 de marzo.


Sentí envidia y admiración por un muchacho que escuchaba  chilango incomprendido de Alex Lora y el Tri de México en unos walkman amarillos de lujo marca Sony.
                          

Mis compañeros iban a las discos constantemente, las pláticas iban de eso en los ratos de ocio dentro de la escuela. Las pocas veces que mi madre dejó que asistiera me decía, son las nueve de la noche, a las once a más tardar te quiero de vuelta en casa… o te voy a ir a buscar.


Mi amigo Iván quería matarse supuestamente por el desamor de la colocha y al mismo tiempo juraba amor por otra niña de su barrio, todo un caso. Iván no bebía, conmigo aprendió. El ron que acostumbrábamos beber era el bacardí, no sé porqué, quizá era decisión del que más dinero aportaba a la colecta para comprarlo, yo cooperaba muy poco, y a veces ni cooperaba.


Todos tenían novia, hasta yo, que al poco de andar con ella, me gustó otra, pero no quiso, yo dije por orgullo andará conmigo. A la semana de andar juntos me dio el cortón, justo cuando yo le entregaba de regalo una lámpara de buró con detalles muy preciosos, lo peor fue que primero recibió el regalo y después dijo, no puede ser. Yo esperaba de regreso mi regalo, pero no fue así.


En 1994 nació mi hermana la de en medio, mi mamá tuvo otra responsabilidad, yo creí que así al menos me daría más oportunidad de ser un adolescente normal, de esos que van a la disco y vuelven de madrugada. Pero no fue así, una vez fue a sacarme de la tertulia donde bebíamos ron mis amigos y yo.


Me gustaba leer poesía, hice mi biblia el libro de Jaime Sabines, luego del de Pita Amor, junto con Las flores del mal de Baudeliere.


En el segundo año de la prepa comencé a llevar de apuntes solo dos hojas de papel tamaño carta dobladas en la bolsa trasera derecha de mis pantalones.


Un maestro de física nos propuso llevarle a su casa tres tambos de agua porque estaba echándole colado a su casa y necesitaba suficiente, a cambio nos pasaría con 6, la oferta era injusta pero necesaria, así lo hicimos. La aventura incluyó robo de tambos de basura del parque central.


En la escuela a los más bajos promedios nos pusieron a pintar los muebles,  un juego que brotó espontáneo fue inhalar solventes, me hizo alucinar, lo repetí cada que pude, hasta que a mis padres les llamó la atención mi conducta y me enviaron al psiquiatra, que cuando entramos en confianza, me dijo “Aquí entre nos, lo que te pasa no es grave, solo que por el bien de tus padres deja de hacerlo ahora”, y me invitó un cigarro, ahí me dio de alta, y ahí también dejé de hacerlo.


En 1994 “Agujetas de color de rosa” era la novela que promocionaba la televisión, pero yo podía quitar de mi mente “corazón salvaje”, por la vestimenta y la canción que presentaban. Claro a mí ni gustan las telenovelas.


No sabía que estudiar, pensaba que era buena opción ser taxista, los choferes iban por las chicas más hermosas a la prepa. Entre más feo el taxista, más bonita su novia, ese era entonces mi ideal.


También ensayaba teatro, la obra era “Rosas de primavera” de Emilio Carballido.


Otro tema de interés nacional era el SUP, y sus comunicados, Marcos era el ícono, la figura de celebridad y el portavoz de los jodidos, quiero decir de los necesitados. Un maestro “El mocos” nos los daba a leer, según para fortalecer y promover el pensamiento crítico, la verdad ninguno de nosotros  se interesaba, más bien lo único que queríamos es ser ausente de toda responsabilidad, incluyendo pensar.


Nunca me gustó el futbol, (verlo), pero ese mismo año se realizó el mundial, naturalmente en casa se veía pues como no verlo si la selección nacional nos representaba en vivo y a todo color frente al mundo mundial, por cierto ese año se le detectó a Diego Armando Maradona, el astro del futbol argentino una sustancia prohibida y fue expulsado del juego.


El cantante Arjona ya me empezaba a caer mal, sus letras iban muy incoherentes, buen sonido, poca sustancia. “Eran las diez con cuarenta piloteaba mi nave…”


En 1994,  el rap todavía era bailable, aunque en la disco aún ponían Tarzan Boy. En mi casas se escuchaba “Más turbada que nunca” de Gloria Trevi, a mí me gustaba, pero no lo decía, no fuera a pensar que yo era su cómplice. Puaff!!. Yo compré accidentalmente en el puesto de cassettes piratas el de “Esta Boca es Mía” del español Joaquín Sabina. Accidente que me llevó al éxtasis de escuchar música que me representaba mi personalidad.


En 1994 manejaba el carro de mi papá, era lo mejor que me podía pasar, un día los federales me detuvieron porque sin licencia manejaba un auto polarizado, pero el motivo principal, fue que los quedé viendo bien feo al momento de encontrármelos en una esquina y doblar; me siguieron como 5 cuadras, yo ni me paré porque nada sabía si era yo el prófugo.


En 1994 pasaron tantas cosas, pero ninguna fue tan intensa  como para provocarme un recuerdo gozoso, como tener sexo por primera vez.
  







lunes, enero 18, 2016

Y tú ¿Ya leíste hoy tu horóscopo?






No sé si exista el canon de esa mujer;  en la dicha de su madurez, sencilla,  elegante, formal y pulcra, su vestimenta  provoca únicamente respeto. Entre todos los detalles la puntualidad sobresale. Su risa abierta, su conversación discreta.

Empezamos por compartir lecturas políticas, ella mostraba interés Andrés Manuel López Obrador, yo sin saberlo  fui diciendo sí a todo;  pronto me hice amloista. 

Su rutina me hizo comprender una obsesión: mantener la imagen de mujer respetable y de muy pocos detalles que cuestionar.  Sus admiradores calladitos se verían más bonitos.

Tenía una mirada escéptica  e indagadora para todo lo que ocurría fuera bueno o malo a la vista de lo demás, alguna vez dijo de una compañera:  “Entre tonta, pendeja o ingenua, se lleva las tres”.

Me dio su amistad, me compartía de su desayuno, lo cual era una distinción que me colocaba como su íntimo. Un día que la sobremesa se prolongó, me invitó una taza de café la cual tuve que aderezar con más café, pues su intensidad no era la yo deseaba. Ahí  mostró su sorpresa diciendo: “¿tanto café, me parece dañino?.  No siempre es malo todo lo que parece respondí.

Antes de las diez de la mañana checaba su horóscopo; me bastó una hojeada para entender que podría ser interesante  interesarme en su punto débil. Leímos juntos un día y hablaba de atreverse a comer helado con un nuevo amigo en un lugar poco común. Así que me dijo, la oficina es un lugar poco común ¿no?.

El día siguiente fue más allá en sus confesiones:   “mi pareja nunca fue compatible sexualmente conmigo, nunca me lo sugirió el horóscopo y yo lo confirmo después de ventiun años de casada”.

El día  que no tuvimos internet en la oficina palideció, su ánimo fue opuesto al de los días anteriores, se notaba su miedo, su desazón. La tarde del tercer día, me ofrecí para llevarle en documento Word su  horóscopo y de paso el mío, le dije que copiaría y pegaría en un documento de texto de la página web que acostumbraba a leer. Recomendaba número de suerte color de ropa,  aroma, aficiones, posibles atrevimientos, amistades, días de humor positivo,  tendencias y compatibilidad sexual.

Fue bastante sencillo asociar mi signo al de ella. Me senté a su lado para esperar su reacción.

Me preguntó atónita: “¿cuál es tu signo?”. No satisfecha con  la novedad,  dijo: “¿Puedo leer tu horóscopo?”

Los días siguientes fueron intensos,  fue llevándome  repetidas veces a escenarios majestuosos en dónde solo su camioneta HUMMER pudo hacerlo, gracias a la magia  y la precisión del horóscopo, unimos nuestros sexos.





martes, enero 05, 2016

Aquí no se puede fumar

Aquí no se puede fumar.



Llegaste hace 50 minutos; me propuse estar una hora en la alberca, pronto te metiste, igual que todos sin darte el regaderazo sugerido, que muy pocos lo hacen, eso de la higiene a ninguno convence.


Omar se sentó a la orilla, a ratos se paraba y caminaba quizá también quería platicar como tú lo hacías. Imaginé que esperabas que te abordáramos para hacer conversación, acostumbrado a no seguir convencionalismos, no quise molestar.


Mostrabas toda tu energía al dar dos vueltas sin respirar, dentro, fuera, por y en medio, tus piruetas dejaban ver tu fortaleza, tu juventud.  Volví a concentrarme en mi propio juego, ir de muertito y venir con brazadas aprendidas a muy temprana edad.


Algo murmurabas con tu amiga y volvías la mirada cuando yo fijaba la  mirada en ustedes, calculé sus edades, 25, nomás. Sus movimientos fueron volviéndose rudos desafiaban la gravedad y dejaban ver lo imponente de su figura, mujeres jóvenes robustas, defeñas.


Sentí el clásico golpe de temor punzándome en el centro del torax, o era el frío de la noche, el instinto del placer, o la amenaza de un peligro,  o el sopor de Juchitán a las ocho de la noche el último día de mi viaje de trabajo.


Omar debió volver a la habitación, no se bañó, ni quise platicar con él.


Mis plantas ancladas cuando el placer de tu cercanía preguntó boca a boca.

-          ¿Me das fuego?
-          Aquí no se puede fumar, contesté.


Insististe con energía:  "quiero fuego pero en la cama"



Ahora que por el pasillo a media luz caminamos de la mano, mientras chanclean las gotas de nuestros cuerpos, pienso en abrir la boca para decirte.


“Por favor no me pidas sexo duro, no ves que ya tengo treinta y ocho años”