1994
Tuve sexo por primera vez, y fue como en
cualquier primera vez, fue a toda madre, fue con una centroamericana de 17
años, para ser más específico Hondureña. Desvirgarme fue toda una odisea, yo
mentí que iría a dar mañanitas y por ello saldría a media noche, ella propuso
que para estar seguros, antes de tocar la puerta a media noche, checara si la
luz del baño estaba encendida porque su
marido no dormiría con ella; tenía dos casas,
esa sería la señal… con todo el temor del mundo verifiqué esa noche que
la había dejado encendida lo que hizo posible el acto.
Esa noche pedí prestada la bicicleta de mi
vecino, pues se me hizo una forma muy emotiva de asistir a la cita.
Las otras veces iba con uniforme de escuela,
platicaba con mis compañeros de la escuela, llegaba por momentos, pero lo mejor
era irme para donde mi conquista, que más bien era yo el conquistado, como dijo
la canción TODO lo aprendí de ti.
Entre visita y visita, un medio día que dejé
la bicicleta a la orilla de un sendero escondida entre el monte, previendo que
no fueran a verme, me entretuve con ella y cuando volví en el lugar que dejé mi
bicicleta tirada algún truhán se la llevó aprovechando la oportunidad, ese día
no tuvimos sexo, yo volví a casa avergonzado, y lo peor, sin placer.
En 1994 , supe por primera vez del efecto
arrollador de los noticiarios, pues la gente no quería hablar de otra cosa,
decían que el magnicidio marcaba un antes y un después en el escenario de la
vida política de esta nación, murió el candidato ideal de México, el 23 de
marzo.
Sentí envidia y admiración por un muchacho que
escuchaba chilango incomprendido de Alex
Lora y el Tri de México en unos walkman amarillos de lujo marca Sony.
Mis compañeros iban a las discos
constantemente, las pláticas iban de eso en los ratos de ocio dentro de la
escuela. Las pocas veces que mi madre dejó que asistiera me decía, son las
nueve de la noche, a las once a más tardar te quiero de vuelta en casa… o te
voy a ir a buscar.
Mi amigo Iván quería matarse supuestamente por
el desamor de la colocha y al mismo tiempo juraba amor por otra niña de su
barrio, todo un caso. Iván no bebía, conmigo aprendió. El ron que
acostumbrábamos beber era el bacardí, no sé porqué, quizá era decisión del que
más dinero aportaba a la colecta para comprarlo, yo cooperaba muy poco, y a
veces ni cooperaba.
Todos tenían novia, hasta yo, que al poco de
andar con ella, me gustó otra, pero no quiso, yo dije por orgullo andará
conmigo. A la semana de andar juntos me dio el cortón, justo cuando yo le
entregaba de regalo una lámpara de buró con detalles muy preciosos, lo peor fue
que primero recibió el regalo y después dijo, no puede ser. Yo esperaba de
regreso mi regalo, pero no fue así.
En 1994 nació mi hermana la de en medio, mi
mamá tuvo otra responsabilidad, yo creí que así al menos me daría más
oportunidad de ser un adolescente normal, de esos que van a la disco y vuelven
de madrugada. Pero no fue así, una vez fue a sacarme de la tertulia donde
bebíamos ron mis amigos y yo.
Me gustaba leer poesía, hice mi biblia el
libro de Jaime Sabines, luego del de Pita Amor, junto con Las flores del mal de
Baudeliere.
En el segundo año de la prepa comencé a llevar
de apuntes solo dos hojas de papel tamaño carta dobladas en la bolsa trasera
derecha de mis pantalones.
Un maestro de física nos propuso llevarle a su
casa tres tambos de agua porque estaba echándole colado a su casa y necesitaba
suficiente, a cambio nos pasaría con 6, la oferta era injusta pero necesaria,
así lo hicimos. La aventura incluyó robo de tambos de basura del parque
central.
En la escuela a los más bajos promedios nos
pusieron a pintar los muebles, un juego
que brotó espontáneo fue inhalar solventes, me hizo alucinar, lo repetí cada
que pude, hasta que a mis padres les llamó la atención mi conducta y me
enviaron al psiquiatra, que cuando entramos en confianza, me dijo “Aquí entre
nos, lo que te pasa no es grave, solo que por el bien de tus padres deja de
hacerlo ahora”, y me invitó un cigarro, ahí me dio de alta, y ahí también dejé
de hacerlo.
En 1994 “Agujetas de color de rosa” era la
novela que promocionaba la televisión, pero yo podía quitar de mi mente “corazón
salvaje”, por la vestimenta y la canción que presentaban. Claro a mí ni gustan
las telenovelas.
No sabía que estudiar, pensaba que era buena
opción ser taxista, los choferes iban por las chicas más hermosas a la prepa.
Entre más feo el taxista, más bonita su novia, ese era entonces mi ideal.
También ensayaba teatro, la obra era “Rosas de
primavera” de Emilio Carballido.
Otro tema de interés nacional era el SUP, y
sus comunicados, Marcos era el ícono, la figura de celebridad y el portavoz de
los jodidos, quiero decir de los necesitados. Un maestro “El mocos” nos los
daba a leer, según para fortalecer y promover el pensamiento crítico, la verdad
ninguno de nosotros se interesaba, más
bien lo único que queríamos es ser ausente de toda responsabilidad, incluyendo
pensar.
Nunca me gustó el futbol, (verlo), pero ese
mismo año se realizó el mundial, naturalmente en casa se veía pues como no
verlo si la selección nacional nos representaba en vivo y a todo color frente
al mundo mundial, por cierto ese año se le detectó a Diego Armando Maradona, el
astro del futbol argentino una sustancia prohibida y fue expulsado del juego.
El cantante Arjona ya me empezaba a caer mal,
sus letras iban muy incoherentes, buen sonido, poca sustancia. “Eran las diez
con cuarenta piloteaba mi nave…”
En 1994, el rap todavía era bailable, aunque en la
disco aún ponían Tarzan Boy. En mi casas se escuchaba “Más turbada que nunca”
de Gloria Trevi, a mí me gustaba, pero no lo decía, no fuera a pensar que yo
era su cómplice. Puaff!!. Yo compré accidentalmente en el puesto de cassettes
piratas el de “Esta Boca es Mía” del español Joaquín Sabina. Accidente que me
llevó al éxtasis de escuchar música que me representaba mi personalidad.
En 1994 manejaba el carro de mi papá, era lo
mejor que me podía pasar, un día los federales me detuvieron porque sin licencia
manejaba un auto polarizado, pero el motivo principal, fue que los quedé viendo
bien feo al momento de encontrármelos en una esquina y doblar; me siguieron
como 5 cuadras, yo ni me paré porque nada sabía si era yo el prófugo.
En 1994 pasaron tantas cosas, pero ninguna fue
tan intensa como para provocarme un
recuerdo gozoso, como tener sexo por primera vez.