jueves, julio 28, 2011

El día en que sentí más coraje en toda mi vida...


El día en que sentí más coraje…

Fue un coraje distinto dirigido contra nadie, amargo, la tristeza de la despedida abrupta, la partida eterna, un abandono, la realidad la muerte tan pinche llevándose a mi amigo, el hermano, el cuñado, la certidumbre de que me harás falta tanto como si fuese un porcentaje del oxigeno que inhalo.

Daniel falleció un 5 de febrero, unos días había preguntado en el teléfono por mi, deseaba compartir un fin de semana con todos, con su familia, incluso había contado que en sueños había creído que nos veríamos pronto, que estaríamos en algún centro comercial, mirando de todo, sin la obligación de comprar algo. Este coraje era también contra mí mismo, por no hacer realidad, por lo menos el último de sus sueños, y contra él, por no aguantar, por no resistir el golpe, el dolor, el derrame cerebral.

A partir de ahí, y fuera de ese coraje, ningún otro coraje vale la pena, ninguna despedida me importa igual, los anhelos y sueños a futuro nunca han cargado del mismo entusiasmo, la muerte de Daniel, nos trajo luz, nos unió en torno a su recuerdo, pero la resignación tardó mucho en llegar.
La filosofía de su existir era el disfrutar en todo momento, abrir los ojos, destapar la llave inagotable del asombro, observar con curiosidad de niño, evitar el formalismo y las cosas que no importan para sentir, para aprender que lo importante es sentir con los cinco sentidos, y si te equivocas, no cuesta nada volverá comenzar.

El consejo a tiempo llegó a una edad en la que ni siquiera él dominaba los conocimientos necesarios para aconsejar, la ingenuidad era algo constante en él, pero su instinto era lo que lo salvaba, estar cerca de él, era como degustar el postre, la libertad de ser auténtico, original, que más podría contar, si de antemano cualquier reseña de su persona está de origen incompleta.

Me visitó una vez, cuando yo vivía en Tuxtla Gutiérrez, yo vivía en un cuarto de soltero, pequeño y le invité a comer, pero a la hora de abrir las latas de atún, dejó llenar el traste con todo y el líquido que yo aprendía a desechar para que no fuera sopa de atún, pero ese día le dejé hacer, sin cuidar de que lo hiciera como yo quería, fue divertido ese día probar sopa de atún y mayonesa.

Tenía una suerte genial, un ángel, le llaman a ese carisma de simpatía que a muchos le abren las puertas y se les facilita resolver sus obstáculos. Un día, fue a las oficinas de la DGTI, en donde deseaba obtener una copia de su certificado de estudios, una copia que le fue negada en un principio, por trámites burocráticos y por qué había llegado fuera de tiempo, se sentó a la salida del almacén y para entretenerse comenzó a bajar del camión de mudanzas, algunos muebles y papeles que llegaban de las oficinas centrales, el encargado lo miró y le dijo que ni así le daría el documento, que dejara de hacer méritos, porque el papel que buscaba ya no estaba en sus oficinas, aún así el contestó que lo hacía con gusto y que no esperaba recompensa.

Milagrosamente apareció su documento, su esfuerzo había activado a los funcionarios a buscar con denuedo su certificado y se lo entregaron con el consabido gozo por parte del él, que sentía que regresaría a casa sin el papel.

Yo tenía un solo casete de Leonardo Favio, los temas viejos de siempre, que no creí que conociera, un cantante olvidado Leonardo Favio, compartía lo poco que yo conocía de sus canciones, igual y de apasionado que los de la casa, nos gustaba el timbre aguardentoso y la profundidad de la tristeza reflejada en su canto, buscábamos juntos algunas canciones desperdigadas de ese cantante, lo escuchábamos y él aprendía más rápido que yo los temas, los cantaba en voz alta, procurando imitar el tono original del artista. Eso lo extraño aún, veo en mis pensamientos como inflaba el pecho y engolaba las voz, al tiempo de fruncir el ceño y cantar, “ERA, COMO PODRÍA EXPLICAR”.

Bien ese es el día que recuerdo haber sentido el coraje más grande de mi vida, si fue coraje, impotencia, rabia, la tristeza me dura todavía.

1 comentario:

  1. Apenas lo conocí, fue cuando se casó con tu hermana. Descanse en paz. Que tu coraje lo haga sentir entre ustedes.

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