domingo, diciembre 28, 2008

30 años

Tengo 30 años. La edad en la que Jesucristo inició su ministerio con valor, con decisión, su misión en el mundo como hombre.

Tengo 30 años y reconozco que tengo algunas cosas claras, ciertas… pero mi criterio o mi intuición me indica que desconozco mas de lo mucho que existe.

Tomando como referencia que hoy la gente fallece a los 60 años en promedio, he recorrido ya un cincuenta por ciento del camino de la vida, el pulso indomable de mi adolescencia ha equilibrado su ritmo; Las verdades se van despejando, la vejez te penetra calmadamente, es el inicio, es el principio de tu descenso, del aterrizaje a la mesura y la discreción.

La experiencia que he acumulado en estos años, es relativa; de pronto me doy cuenta que yo soy el que tiene que dar consejos a los niños y adolescentes, en vez de recibirlos. Pasé de ser un rebelde sin causa, a un recitador de sermones caseros. ¡Que bochorno por Dios!.

Todavía resuena de vez en cuando esa trillada frase que la juventud sesentera pregonó: “Nunca confíes en alguien mayor de 30 años”, …es para reírse de uno mismo: “hasta de falso hedonista, los rolling stones me culparían”.

Cuando pequeño, mi impaciencia inquietante me quemaba los dedos por practicar los calores de mi alma, era el llamado eterno de hacer ruido en el silencio, la espera que desespera, la vida en antesala , el fragor desconocido, la flor en su envoltura.
Como todos alguna vez he querido ser poeta,( ¡el que diga que es mentira, que arroje la primera piedra!), mas o menos, alrededor de los 15 años cuando la marea efervescente de la adolescencia es, estimulada con historias humanas fantásticas.
El desamor me enseñó que el cielo y el infierno están unidos. Lo ideal se termina y principia la realidad. Si se quiere pertenecer a la sociedad, hay que ser útil. La filosofía es materia negada cuando urge devengar un salario para comprar los artículos básicos para tu comodidad.

Me han contado que al llegar a esta edad, se sufre una “crisis existencial”, en la que separas el Porvenir con el pasado; la obligada meditación después de la metamorfosis. Yo solo escucho, sin asentir, ni discutir, es poco lo que quiero decir, en torno a eso.

Se puede vivir sin ideas, pero nunca sin placeres. Yo tengo una idea gracias a un placer, luego entonces si hay una cosa, hay la otra. Arribo a esta edad, sin triunfalismos, pero también sin tormentos espirituales. Jamás ha sido mi intención hacer protagonismos de lo ordinario, no pienso en el desperdicio de los años en que perseguí valientemente las pasiones mundanas, las garrafas encendidas del desenfreno. Si pienso en lo que tengo, en mis obligaciones, pienso en la dicha del milagro de la vida y en la satisfacción de sobrevivir al infierno de los egoísmos.

Entre mis vicios permanentes se hayan, el ver películas en cine o en casa, leer libros, escuchar buena música, de vez en cuando tomo alguna fotografía que me llena de satisfacción, pues la realidad es otra cuando se conserva en una imagen; también de vez en cuando vuelco mis demonios en uno que otro texto que después reparto a mis amigos.

Hoy, a los 30 caigo en la cuenta que la guerra que fabriqué, está en el desierto, removiendo el viento. EL pase de barra libre se agotó. El invento de alternativo en la materia, encontró un lugar en el corazón. Hay cosas que uno quisiera no olvidar, los ambientes felices en los que se fue el centro de atención, en fin, después de un tiempo se asimila que todo en la vida es irse, igual que los cambios de piel en las serpientes.

Hoy el autobús se detuvo y me obliga a bajarme de ese mágico recorrido que excitó mis neuronas, que me alentó a la vida y que hoy en otra etapa, me recibe.
Me siento como dijera alguien: “en mi etapa más fecunda”; sin pretender la madurez absoluta me concentro más y mejor en asuntos cardinales.

Hoy estoy de buen humor, de mejor humor que en mi pasado, percibo que los valores como generosidad, esperanza, lealtad son posibles y han estado conviviendo siempre conmigo, aun sin que yo haya querido.

A estas alturas, lo único que pido es mantener el tiempo posible esta sobriedad, este equilibrio entre la pasión y mi conciencia. Vale también agradecer a todos los que he visto, de los que he aprendido y de los que no, de los que están y los que se fueron. Hoy tengo lo bueno de ustedes, lo que me ha sobrado es porque no le hallé lugar.si tengo que elegir alguna meta, esa es la de ser útil.

Algo me dice, que no estuve equivocado.

Pago lo que tengo.

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