jueves, diciembre 15, 2005

El hombre duplicado

Esdras Camacho
Leer a Saramago es una experiencia como dice el lugar común: de “sentimientos encontrados”. Aunque el idioma del autor sea Portugués, tiene amplias referencias de la idiosincrasia del castizo, eses es pues su principal merito.

El narrador es en tercera persona, omnisapiente, aunque de pronto se dirige al lector con frases cortas como para decir, que solo transcribe pensamientos de su personaje, que no es titiritero y que desconoce el rumbo que toma la historia, que no tiene el la obligación de tener como todos los autores, el control de sus personajes.

El hombre duplicado, la nueva novela del autor de Ensayo sobre la Ceguera, Todos los nombres, El evangelio según Jesucristo, entre otros, está vez aborda el dilema de todo individuo al imaginar y comprobar que hay un ser que comparte en la totalidad sus características físicas y quien sabe si también si las psicológicas.

Un profesor de historia de 38 años es el personaje que nos contagiará su sorpresa, al leer pensamientos hilvanados con una lógica desconocida, tal y como se supone es el Sentido Común, resulta que una vez por azar, atisba un personaje de película que tiene su rostro, sale casi de su asombro y se dispone investigar la razón del parecido.

Tertuliano, por ser el primer personaje, se gana el ser el original, es un profesor divorciado, que renta un apartamento en el centro de la ciudad y que tiene cargo la materia de Historia, en la secundaria. Es un hombre metódico, sin emociones, al menos eso demuestra su trato con los otros personajes. Meticuloso, para amar, para pensar, para hablar, para vivir.
Antonio Claro, es el otro, es actor secundario de cine, utiliza un seudónimo: Daniel Santa Clara, es casado y lleva una vida cómoda y tranquila, hasta que alguien le llama al teléfono diciendo que es otro que lleva su misma cara y su mismo cuerpo, es más, hasta sus mismas cicatrices.
Tertuliano Máximo Alfonso, es poco atrevido, pero la curiosidad le hará planear y hacer aventuras heroicas, con la intención de encontrar a su doble, comprobar su intuición, que son parecidos, él y Antonio Claro hasta en el tamaño de sus uñas. Aquí cobra verdadera fuerza el desarrollo de la trama y a partir de ahí hasta el final, avanza como tropeles que a pesar del fuete no se detendrá sino hasta llegar a la meta, solo para entender que se acabó el camino y acabó también la historia.

En la Caverna, la inmediata anterior novela de José Saramago, deja plasmado un discurso filosófico: los adelantos tecnológicos reclutan al por mayor, seres que disfruten sin comprender, los beneficios del Mundo Feliz, es una advertencia sobre la deshumanización. En El Hombre Duplicado, el tema es el miedo a la uniformidad y sobre todo el miedo a lo desconocido. Uno no puede dejar de elaborar reflexiones metafísicas luego de terminar sus novelas, literalmente este autor, cuando quiere es capaz de hacer perder el aliento por varios segundos, todo por su habilidad para mentir.

Saramago en su trabajo, es muy recurrente, desde su primer novela ha manifestado un fino humor, un ánimo irreverente que sobresalta lo establecido en cualquier novela, a veces se explaya demasiado en cuestiones cotidianas, pero la lucidez sociológica, quizá involuntaria, le salva de aburrir y que se abandone la lectura. Lo que le falta a los teóricos para interpretar la realidad, lo vierte a través de su ejercicio, es un hombre valiente, y su escritura es un reflejo de su personalidad. Mentira que el escritor inventa y miente, este escritor escribe, subjetivamente como todos, pero atendiendo a la conciencia y a la inteligencia. Dice en sus novelas, lo que no quieren escuchar los otros. (Los que no leen).

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